Viste espléndidos trajes cortados en la mejor sastrería, como espléndido es el corte que le hace el barbero y cuidadosa la manicura, pero en verdad para qué sirve un presidente,
camina con gracia exquisita, con pasos tan cortos y bien medidos que se diría que un lanzador de peonza lo ha dejado caer para que se contonee hasta el atril, pero en verdad para qué sirve un presidente,
subraya cadencioso los acentos, enfatiza una palabra, hace que las pausas signifiquen, sin apenas gestos, brota música de su voz mientras aletea su sonrisa, pero en verdad para qué sirve un presidente,
aprieta al visitante con mano franca, se gira y cede el paso para mostrar su ancha espalda, su vertical figura cruzando el umbral luminoso del palacio, pero en verdad para qué sirve un presidente,
posa delante de las cámaras en un punto central y equidistante de numerosas mujeres, ordinalmente numeradas en vicepresidentas y ministras de diversos rangos, pero en realidad para qué sirve un presidente,
preside ovoides y longitudinales mesas, a un lado representantes rebeldes de regiones al otro populistas de la queja y la promesa sin coste, media mesa la ocupan mujeres, la otra media lacayos serviciales, pero en verdad para qué sirve un presidente.
Ante tan linda y bien trabada coreografía sería obsceno mostrar lo que se oculta debajo de la mesa, hacer un plano contraplano del presidente y los problemas, borrar con goma los luminosos colores de su estampa, que fluyeran la chamusquina y el hedor naturales por encima de la música enlatada.
Estos son días de coreografías: el bebé rescatado del agua por un guardia civil, la voluntaria de la Cruz Roja dejándose abrazar por un adolescente negro, el legionario cruzando la valla fronteriza con un niño a hombros. Alguien ha puesto en el mar a niños adolescentes y bebés; es probable que algunos hayan jugado el juego; alguno ha muerto; muchos han sido devueltos a la desesperación que les precede; detrás del foco, observando, algunos han tomado imágenes y vídeos para sacar réditos: hacen caja, mueven emociones.
Es fácil ver lo que sucede si nos fijamos en la coreografía. El sistema mediático reduce la complejidad para que el político eluda la responsabilidad. Lo complejo en emoción: No preguntes que hacía ese bebé en el mar, conmuévete. No preguntes si podemos abrazar a cada uno de los que quieren llegar, darles casa, trabajo, subsistencia, una vida digna, conmuévete. No preguntes cómo se ha llegado hasta aquí, no preguntes por qué no se ha evitado. No preguntes qué podemos hacer y hasta dónde llega nuestra impotencia. Así lo decía hoy una comentarista de Al rojo vivo: 'Llamadme buenista, yo también lo habría abrazado'.
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