“Fue de Fred de quien aprendí que la belleza y el placer son el meollo de la enseñanza. Porque el mejor maestro es el que quiere que halles significado en las cosas que a él le proporcionan placer, también, para que la apreciación de esa belleza siga viva cuando él ya no esté. En este sentido —porque procede de la aceptación de la inevitabilidad de la muerte—, la buena enseñanza es como la buena paternidad”.
Pocos libros han influido tanto en la imaginación como la Odisea. Daniel Mendelsohn en Una Odisea, Un padre, un hijo, una epopeya, hace una lectura personalizada. Todos la hacemos cuando leemos un libro con atención e interés. La Odisea de Homero es un poema épico donde el protagonista es el último de los héroes y el primero de los hombres de quien se cuenta una historia. Por eso es las dos cosas, una epopeya y una novela. En las epopeyas hay superhombres, hijos nacidos de un dios o una diosa y de un humano, a quienes se da la posibilidad de ser inmortales. El periodo histórico a que se refieren es breve, la edad de bronce griega, el breve periodo anterior al momento en que los griegos quedaron reducidos a agricultores y su imaginación voló a una edad de oro anterior a ellos. Los héroes posteriores, los históricos, solo pueden serlo por comparación, ya no podrán ser hijos de dioses, solo un pálido reflejo de la vieja mitología, aunque el brillo de algunos: Alejandro, César, Napoleón, sea muy intenso. La novela prescinde de dioses, por sus páginas discurren personajes que nacen y mueren, se traicionan y aman, se prometen lealtad y mienten. A Odiseo la ninfa Calipso le da la posibilidad de ser inmortal si se queda a vivir con ella en la isla de Ogigia, pero Odiseo no renuncia a su humanidad, quiere volver a Ítaca junto a su padre Laertes y a su hijo Telémaco, para envejecer junto a su amada esposa Penélope y morir como un hombre. Con Odiseo concluye el periodo mítico y comienza la historia. Al mismo tiempo que Homero componía su relato después de haber compuesto la Ilíada, recogiendo las historias orales que los agricultores se contaban desde el siglo X, Hesíodo le seguía, separando el periodo de los dioses, Teogonía, del de los hombres, que narra en Los trabajos y los días: la virtud del trabajo, el calendario de las labores agrícolas, las tradiciones y saberes del pueblo.
En su lectura, a Daniel Mendelsohn le interesan las relaciones paterno filiales, tan abundantemente exploradas en la Odisea de Homero, el aprendizaje del hijo, el conocimiento del padre. Mendelsohn es un profesor de clásicas en una universidad americana. Como cada año da un seminario a los alumnos de primero, alternando la Ilíada y la Odisea. En la primavera de hace algunos años sucedió lo inesperado, su padre, de 81 años, le preguntó si le admitiría en su seminario sobre la Odisea. Y esa es la historia. En doce sesiones, Mendelsohn va comentando los 24 cantos del poema con sus jóvenes alumnos de 18 o 19 años y con su padre como testigo. Con habilidad, al autor va comentando y comparando los sucesos del poema con lo que los alumnos dicen y con las historias familiares del autor, incluido un crucero, que padre e hijo hacen con posterioridad al seminario, por la geografía de la Odisea. En inevitable, por tanto, que el principio y el final del poema, la salida de casa de Telémaco -la iniciación a la vida- en busca de noticias del padre y el reencuentro, y reconocimientos, al final, de Odiseo con Telémaco y con Laertes sean los momentos que el autor escribe con mayor intensidad.
Aunque los misterios familiares a desvelar por parte del autor son pocos, o no pueden estar a la altura de las fabulosas aventuras de Odiseo que están en el origen de toda novela que en el mundo ha sido, si tienen un interés novelesco: el retraído carácter del padre, tan inhábil socialmente como para expresar sentimientos hacia su mujer o hacia sus hijos es comparado con el amor contenido, por la necesidad de ocultarse a los pretendientes, de Odiseo hacia Penélope; la búsqueda por el autor de la real personalidad del padre es comparada con la búsqueda de Telémaco. La presencia del padre en el seminario supondrá para Mendelsohn no una incomodidad, por sus interrupciones o por su visión antiheroica de Odiseo, sino la vuelta a la casa del padre, a preguntarse por su carácter, por los vacíos y ausencias en la relación entre ambos y con el resto de la familia. Una cercanía que, desde entonces, se mantendrá hasta el final de sus días.
El mayor interés de este libro es el hambre por volver a la Odisea de Homero, que es lo que he hecho Mendelsohn comentando los detalles, deteniéndose en asuntos filológicos, repasando cada uno de los personajes, su historia, sus nombres, su carácter, los temas morales implicados. En como si el autor se convirtiese en nuestro Mentor, tema recurrente en Homero y en Mendelsohn, desde la Atenea/Mentor para Telémaco a los profesores de literatura y música que el autor recuerda con agradecimiento, para iniciarse o reiniciarse en la Odisea. La buena enseñanza es como la buena paternidad, pues eso. Léelo y volverás con gusto a Homero.
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