El pecho de Afrodita fue rozado por una inadvertida flecha de Eros. La herida era más profunda de lo que parecía. Afrodita cayó en delirio amoroso hacia Adonis descuidando sus deberes de diosa en el Olimpo.
La flecha catódica ha herido al televidente cuando con los dedos manchados de ketchup cambiaba de canal. En la pantalla aparecía Él cómo melindrosa muchacha que no acierta a decir, aunque con su caída de párpados le es suficiente. Pero el deliquio amoroso del televidente está condenado a no poder traspasar la pantalla.
Mientras tanto otra flecha salida del espejo ha herido en lo más profundo al hombre bien cuidado como muchacha, con otra maldición, que es la de solo quererse a sí mismo. Como cuando Afrodita fue rozada por azar por la flecha de su hijo, Eros, que le condujo al delirio amoroso hacia Adonis, desatendiendo sus deberes de diosa, y el castigo recayó en el pobre Adonis destrozado por un jabalí, así el Narciso moderno, tocado por los flashes, desatendiendo el gobierno, atraerá el castigo sobre sus enamorados, transformados en una piara de criaturas apáticas insensibles a su desgracia. No hay intercambio de fluidos posible, comunión física, besos. El amor frustrado está condenado a secarse.
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