domingo, 28 de marzo de 2021

La Odisea cambia como el mar

 

Apenas recuerdo o recuerdo como lectura esforzada la traducción en prosa a cargo de Luis Segalá y Estalella en la colección Austral, cuando me pongo con la traducción ritmada de José Manuel Pavón, en Gredos, apoyándose en cinco pies en lugar de los seis del hexámetro clásico. La lectura vuela, siento el eco de la epopeya oral tal como en su origen se concibió. Aquella Odisea era otra como yo ahora soy otro, cambia y cambiamos en cada nueva lectura. Pocas lecturas tan placenteras como la que he hecho estos días pasados. Y eso, gracias a las incitaciones de Mendelssohn en su libro homónimo. Mendelssohn, sus alumnos del seminario, su padre, me llamaban la atención sobre uno u otro aspecto de los sucesivos cantos y yo iba a por ellos. En la traducción de Pabón Homero canta, desde su lejanía de hace casi tres milenios, como hoy lo haría un buen rapero. Ahí está casi toda la literatura posterior, el dolor y la risa el amor y los celos la lealtad y la traición la servidumbre y el poder, la venganza, la violencia. Somos hijos de ese ritmo, el hombre occidental se ha medido con ese canto, ha aprendido a habérselas con la vida siguiendo las modelos homéricos. Leer otra vez la Odisea es como empezar de nuevo. Mirar por primera vez, oír las palabras recién dichas. Los personajes de Homero están más vivos que los espejeantes y ridículos hombres del día que juegan su teatro banal en los escenarios televisivos, ahora que la vida huye de la calle para encerrarse en salas tan llenas de luz y color como planos sus parlamentos, la nada que tienen que contarnos. ¿Dónde están nuestros Sófocles, nuestros Homeros? No merece la pena nombrarlos, todos ellos estarán muertos de aquí a poco, mientras Penélope y Odiseo, Telémaco y Laertes, hasta la misma Atenea, seguirán vivos hasta que la humanidad fenezca.


Lo dejó escrito también en verso, el ciego Borges, en su poema 'Nubes’ :

"No habrá una sola cosa que no sea
una nube. Lo son las catedrales
de vasta piedra y bíblicos cristales
que el tiempo allanará. Lo es la Odisea,
que cambia como el mar. Algo hay distinto
cada vez que la abrimos. El reflejo
de tu cara ya es otro en el espejo
y el día es un dudoso laberinto.
Somos los que se van. La numerosa
nube que se deshace en el poniente
es nuestra imagen. Incesantemente
la rosa se convierte en otra rosa.
Eres nube, eres mar, eres olvido.
Eres también aquello que has perdido".

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