miércoles, 27 de enero de 2021

Una brasileña y una mejicana

 



Como los cines van a medio gas o simplemente no van, las películas se han aposentado en las plataformas de streaming. A veces se hace publicidad de ellas y a veces no. Es probable que algunas perlas se nos escapen como es el caso de la mejicana, Ya no estoy aquí (Netflix). Y es una pena que se nos escape porque es cine cine como la también reciente, Lovers Rock de Steve McQueen. Se habla mucho en ella pero es una lengua tonal, no importa tanto lo que se dice, que es difícil de pillar pues se habla en la jerga de las bandas juveniles de extrarradio (Monterrey, México), como los modos y maneras del habla. Lo que se dice, por tanto, no se dice con palabras sino con el lenguaje del cine que comprende todos o casi todos los modos de expresión humana, incluido el habla, y especialmente la música, aquí la cumbia, pues es alrededor de ese estilo musical colombiano como se reconocen los pandilleros (Kolombias) de que trata la película. Música, droga, violencia, familia, emigración, desarraigo. Uno lo va comprendiendo según avanza el metraje sin que te lo expliquen. Así que yo tampoco te lo voy a explicar.




Otro tanto sucede con la brasileira BacurauImagina el interior brasileño, lejos de cualquier aglomeración humana, un pequeño pueblo el medio de la selva desarbolada, de la vasta cuenca amazónica. Llegas allí conducido por un hombre y una mujer en una camioneta de reparto de agua potable. Por la carretera encuentran ataúdes abandonados, rotos, un cadáver despedazado, sangriento, coches, camionetas tras un accidente, así hasta la pequeña comunidad campesina donde se celebra un funeral por la matriarca que ha muerto con 94 años. El comienzo es pues sorprendente, hace que tu imaginación quede abierta a lo que suceda, casi como cuando eras niño y leías por primera vez una historia que te abocaba a lo desconocido, un mundo extraño lleno de sorpresas y amenazas. Eso es esta película en la que lo que sucede solo lo alcanzas a saber al final. Por momentos parece que se adscriba al surrealismo, y algo de ello hay, aunque al final todo cobra explicación. En cierto modo es como Parásitosla famosa película coreana, sin embargo nunca se acaba de cerrar del todo el significado como ocurre con las grandes obras. En el mundo conservador, populista y adocenado en el que vivimos es difícil encontrar propuestas arriesgadas, casi todo está sometido a la corrección a una ideología que nos ahoga, así que una película como esta que sin embargo no renuncia a la denuncia, y a blancos y tostados en bandos distintos, es un soplo de aire fresco. En Movistar.


Por el contrario la española Adú, en Netflix, bien contada, bien ritmada, atenta a lo correcto y hasta bien interpretada pero insulsa. De esas películas que duran en la retina lo que da de sí un pestañeo.



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