jueves, 21 de enero de 2021

¿Sin esperanzas?

 





¿Son los países como las personas entidades psíquicas?, ¿con periodos de depresión y periodos de exaltación? ¿Hay una mente colectiva? Que la hay parece evidente, cuando una nación entera alza los brazos para recoger la copa del mundo o para pedir la autodeterminación o para exigir la muerte del enemigo. Otra cosa es que esa mente sea no más que la suma de los individuos que creen pertenecer a ella o que sea algo más, un salto de escala que decide y conspira y dicta por encima de las voluntades individuales. En todo caso, como constatan los creadores de algoritmos, se pueden analizar los datos y elaborar estadísticas sobre el comportamiento del conjunto de una sociedad. Y lo que esos datos nos dicen respecto de España es que la cosa no pinta bien. Y acaso con un único dato baste para calibrar la fe en el futuro de este país. Engendrar hijos. Los jóvenes no están por la labor. También en otros países cae la tasa de natalidad, pero no como en este. Por tanto al golpe de la naturaleza, en la actual coyuntura, habrá que añadir la mano de los hombres. Si miramos la línea del tiempo veremos que ha habido tiempos mejores. No en cuanto a la vida material, al menos hasta ahora, sino en cuanto a la esperanza de mejora. Parto de la hipótesis, que está en el documento de Fedea, de que si no se tienen hijos es por la incertidumbre sobre la vida por venir. Podríamos hacernos la pregunta de qué es lo que falla. Yo tengo claras dos cosas, un defecto que viene de largo y otro que tiene que ver con nuestra incapacidad para afrontar los imprevistos: la primera se refiere al sistema educativo (habilidades, juicio, valores), la segunda a la gestión política. El actual desastre: un ejemplo, el esperpéntico debate sobre el futuro de las pensiones. Para enjuiciar este y sacar las consecuencias se necesita lo que la educación no está proporcionando.






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