Leí lo que Rebeca Solnit escribió contra el mansplainig. Entendí lo que quería decir. Tenía razón en parte, pero exageraba. Los reaccionarios (De Maistre, Burke) casi siempre tenían un punto de razón en su oposición a la sociedad liberal naciente tras las revoluciones del XIX, lo que se nos escapa en una generalización, las desventuras particulares. Los actuales frívolos (o neorreaccionarios) proceden a la inversa, abanderan una injusticia particular para armar una generalización (primavera árabe, Mee Too, Black Lives Matter) que culpabiliza a la sociedad entera (a ser posible occidental).
La frivolidad, como en el caso de los niños bonitos que firmaron el manifiesto de Le Monde hace unas semanas, que hacen proclamas sin coste personal alguno (ellos están a salvo en casi todos los sentidos), ciegos ante la desventura de los muchos para satisfacer su sentido estético del bien, es la que se evidencia en la entrevista de Rebeca Solnitt del sábado en EP, lo que le lleva a criticar el claro y limpio manifiesto de Harper's sobre la libertad de expresión, que ella no podía firmar.
Frivoliza: ‘Oportunidades en los momentos más oscuros’; ‘No puedo celebrar la pandemia’. ‘La pandemia es anticapitalista’.
Pero cómo enlazar los muertos (¿500.000 de momento?) y dañados de la pandemia, la destrucción de las economías (de casi todo el mundo) y los empleos, y todas las desgracias por venir con
“Tres billones [de dólares] de la manga para reactivar la economía; las emisiones globales han descendido un 17%; una cobertura médica universal y un ingreso mínimo vital”. (¿Cuántos billones ha destruido la pandemia?, ¿cuán duradera será la pausa climática?, ¿cómo universalizar la cobertura médica con menos recursos?, o ¿cuán mísero el ingreso mínimo vital con las economías destruidas?)
Los hechos importan. Contra el alarmismo climático.
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