jueves, 16 de julio de 2020

Duelo


De la misma manera que el CIS prefiere adelantar la opinión de los españoles antes que constatarla (una encuesta sin crédito frente al resultado de las elecciones recientes), y de ese modo imponer una visión, la sociedad española ha decidido rendir un pomposo homenaje a las víctimas de la pandemia antes de preguntarse por los datos reales, por el número de víctimas, por los sanitarios infectados, por el detalle de las compras, calidad y disponibilidad del material sanitario, por lo que se ha hecho mal, por la responsabilidad de la mala gestión. Qué tipo de duelo puede haber, si esa fuese la intención, si en lugar de la realidad asume sin rubor la ficción que se le ofrece.


La universidad de Cambridge, la tercera en el ranking mundial de universidades, acaba de ofrecer El Informe Anual sobre Desarrollo Sostenible y con él los datos de cómo los países han gestionado la pandemia. Dentro de la OCDE, España no queda en muy buen lugar, de hecho queda la última. Los comentaristas prefieren retorcer argumentos antes que aceptar los datos. Un fondo de prejuicios ideológicos gobierna la sociedad y encanta a los ciudadanos. Muchos creen que solo los seguidores de Trump y Bolsonaro, cuyos resultados pandémicos no son peores que los de sánchez, anteponen la opinión a los hechos. Es casi imposible desenredar las fijaciones sinápticas adquiridas con la educación recibida. Sólo un sistema educativo moderno, ágil, racional y consensuado hará que los ciudadanos puedan volver a la realidad, si alguna vez han estado en ella. Requiere tiempo. Esperemos que esta sea una crisis de crecimiento, una breve etapa oscura de la humanidad.


Vivimos en una sociedad precientífica, tecnologizada pero con un montón de filtros que oscurecen la percepción, de tal modo que la opinión (fabricada) es la fuente de acceso privilegiada a la realidad. La ciencia, su método, es una idea prestigiosa pero sin aplicación práctica en el día a día de la ciudadanía. Es triste ver a ciudadanos de la ubicua clase media con estudios (inconscientes de que su próxima pobreza relativa se debe en parte a la mala gestión de la crisis) negarse a aceptar los datos porque no avalan sus prejuicios. Un simple gesto de la mano, una frase graciosa les basta para volver al mundo preconcebido en el que se sienten a gusto. Pero no hay nada más hermoso en el mundo social, después de una mujer de espíritu libre, que el encuentro con un hombre desprejuiciado. Es hermoso por lo inesperado.



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