viernes, 29 de mayo de 2020

EL filo de Wenlock (Demasiada felicidad. Alice Munro)



El vendaval doblega los arbolillos.
Sopla muy fuerte, y pronto pasará.
Hoy el romano y sus cuitas
son cenizas bajo Uricon”.
(Alfred Edward Housman)

En los cuentos de Alice Munro hay dos partes, la que ella pone y la que pone el lector. Y a menudo esta es la más importante. La autora sitúa en el cuento los caminos que transitan sus personajes, algunos de los adornos de sus casas, parte del tejido de sus emociones. La narradora de este relato, cuyo nombre no llegamos a conocer, es una narradora meticulosa que va tejiendo un tapiz lleno de detalles de atmósfera de la que van sobresaliendo personajes que le llaman la atención por su rareza, rareza para una chica que viene de una granja a la ciudad. El primero es su primo Ernie, un hombre cuidadoso que no tiene otra vida que la que lleva con su madre. Cuando la narradora va a la ciudad a estudiar a la universidad, Ernie la invita a cenar uno de cada dos domingos. La autora prende en la mente del lector la sospecha de que entre la narradora y su primo va a ocurrir algo desagradable porque muestra la incomodidad de la narradora. “Yo esperaba que no nos viera nadie de la universidad y fuera a pensar que era mi novio”. Pero no sucede.


La narradora se aloja en una casa de huéspedes extravagantes, tan poco amigables como la casa misma, la dueña, el niño, el aire sombrío, desordenado y maloliente. Tiene para ella sola un amplio desván aunque de techos no muy altos, hasta que la dueña de la casa le dice que tendrá que compartirlo con Nina. Nina era una chica algo mayor para empezar la universidad, aunque por su aspecto aparentaba menos de los años que tenía. Cuando intimaron le contó su historia. Una historia para no creérsela por todas las cosas que le habían ocurrido. Vivía con su abuela porque su padrastro no la quería. Con apenas quince años quedó preñada, y luego dos veces más antes de que el padre de sus hijos la dejase. Dejó a sus hijos a cargo de la abuela y se marchó a Chicago. Allí conoció al señor Purvis, se puso a vivir con él, la llevó de viaje por el mundo y contra la voluntad del señor Purvis tuvo una hija más, Gemma. El señor Purvis detestaba a los niños, así que Nina tuvo que ponerse a trabajar y a vivir por su cuenta, compartiendo habitación con otra mujer. Pero Gemma murió en una noche de borrachera de la compañera y de despreocupación por parte de Nina. Entonces volvió con el señor Purvis. Nina le dijo que quería estudiar y que quería llevar vida de estudiante. Al señor Purvis no le pareció mal y ahí estaba, en el desván junto a la narradora, contándole su historia.

Hasta aquí pareciera que la historia de El filo de Wenlock va de los personajes raros con que la narradora se va topando en la vida, la historia de su primo Ernest, la de su compañera de habitación, Nina, y la del misterioso y atemorizador señor Purvis. Pero no es así y la autora no le ha dado pistas al lector para que lo vea de otro modo. Resulta que el asunto del cuento era otra cosa inesperada. Una noche Nina se encuentra mal y no puede volver a casa del señor Purvis como hace los fines de semana. La narradora, sorprendentemente, acepta ir en su lugar. Una misteriosa mujer, la señora Winner, que vigila cada paso que Nina da, la lleva en coche. Si todos los personajes son misteriosos, detrás de cada uno el lector ha tejido una historia que desea que tenga continuidad y llegue a un fin, el señor Purvis es el más misterioso. La narradora se anticipa al lector y hace algo que el lector no haría, o sí. Acepta la invitación de un hombre que desconoce, es mayor y produce un rechazo instintivo. Para cenar es invitada por la señora Winner a desnudarse, podría haberlo rechazado pero no lo hace. (“Pero bueno, dijo la señora Winner al ver que seguía sin moverme, ¿Es que te crees distinta de las demás? ¿Te crees que no he visto ya lo que tenéis?. Fue en parte su desprecio lo que me hizo quedarme. En parte. Eso y mi orgullo.”). El viejo señor Purvis se sienta a la mesa vestido y come un bocado, la narradora, con su pecho juvenil y pezones erguidos sobre la mesa. Al acabar la invita a la biblioteca, y le pide que le lea un poema, aquel que dice: «En el filo de Wenlock el bosque está en apuros…», pero que por favor no cruce las piernas. Mientras la narradora lee con entonación rural el poema de Housman, el viejo Purvis mira sin disimulo su desnudez. A la narradora como al lector le ha perdido la curiosidad. (“Tenía la sensación de que todo el mundo iba en cierto modo desnudo. El señor Purvis iba desnudo, aunque llevaba ropa. Todos éramos seres tristes, despojados, escindidos. La vergüenza fue desvaneciéndose”). Y ya está. El señor Purvis le dice que se vaya. La narradora se siente traicionada, Nina sabía lo que le iba a pasar. Mientras tanto Nina y Ernest, otra sorpresa, esa misma noche se han escapado de la vigilancia de la señora Winter y se han ido a vivir juntos. Más tarde Nina volverá con el señor Purvis. Lo que sigue es una pequeña venganza de la narradora para compensar la traición y la pérdida de su inocencia. 

EL filo de Wenlock (Cara B).




1 comentario:

Anónimo dijo...

No entendí la parte de la venganza, qué es lo que manda en la carta la narradora? cuál era su plan?