lunes, 18 de mayo de 2020

Dolor desatendido



Es posible que las manifestaciones vayan a más, y no necesariamente para mostrar el rechazo al gobierno (con otro gobierno habría pasado lo mismo, o más o menos, pasa y pasará en otros países) sino por la necesidad de compañía después de tanto tiempo en soledad. Los ánimos están exaltados y muchos los azuzan, el foso que se abre en las redes entre un bando y otro no ayuda nada, pero hay un desamparado que necesita manifestarse en compañía. Pero esos hombres que marchaban ayer en silencio o gritando no dejaban de estar solos, de ver que los que estaban cerca se les apartaban, es posible que ni les miraran. La mirada se está volviendo torva, escurridiza, desaparece el flujo erótico en las miradas que se cruzan, ‘los flujos libidinales’ que según Walter Benjamin, en el lenguaje de su época, se manifiestan en la gestualidad mediterránea. Eso los que salieron, otros no lo hacen, se esconden como lobos solitarios avergonzados de estar solos. Cómo vamos a suplir la necesidad de cercanía, de charla, de abrazo. Qué quedará del tópico del hombre mediterráneo que describía Walter Benjamin en Pasajes: "La conversación resulta impenetrable para cualquier observador externo. Los oídos, la nariz, los ojos, los pechos y los hombros son estaciones de señales activadas por los dedos. Estas configuraciones retornan en su meticulosamente especializado erotismo. Gestos de apoyo y toques impacientes atraen la atención del extranjero".

Han vuelto los visillos, la mirada culpable de quien espía detrás de las cortinas, antes de volver al interior doméstico, entre pausa y pausa, absorbidos, esclavizados por los contenidos banales que en estrimin ofrece la última tecnología al hombre atomizado y solitario. Sin los demás estamos incompletos, perdemos humanidad. Es algo que ya existía pero que ahora se está incrementando. Hay que encontrar el modo de mostrarnos, de no tener vergüenza de nuestra vulnerabilidad. Hemos de detectar donde están esos hombres frágiles y ayudarlos, sacándoles a la calle, porque también nosotros lo somos, hombres vulnerables. Imagino a alguien que ha tenido un muerto estos días, que se haya podido despedir de él o no, y que haya tenido que llorar a solas, pero cómo llorar sin compartir el llanto. ¿Puede uno llorar sin que las lágrimas sean vistas, sin que nuestro dolor pueda ser atendido? Si ya estaba cambiando el modo de percepción sensorial y ahora se acentúa, ¿cambiará el modo de existencia de la humanidad, como temía Benjamin con la intrusión tecnológica y el estrago de la pandemia?


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