Es
posible que las manifestaciones vayan a más, y no necesariamente
para mostrar el rechazo al gobierno (con otro gobierno habría pasado
lo mismo, o más o menos, pasa y pasará en otros países) sino por
la necesidad de compañía después de tanto tiempo en soledad. Los
ánimos están exaltados y muchos los azuzan, el foso que se abre en
las redes entre un bando y otro no ayuda nada, pero hay un
desamparado que necesita manifestarse en compañía. Pero esos
hombres que marchaban ayer en silencio o gritando no dejaban de estar
solos, de ver que los que estaban cerca se les apartaban, es posible
que ni les miraran. La mirada se está volviendo torva, escurridiza,
desaparece
el flujo erótico en las miradas que se cruzan, ‘los
flujos libidinales’ que según Walter Benjamin, en el lenguaje de
su época, se manifiestan en la gestualidad mediterránea.
Eso los que salieron, otros no lo hacen, se esconden como lobos
solitarios avergonzados de estar solos. Cómo vamos a suplir la
necesidad de cercanía, de charla, de abrazo. Qué
quedará del tópico del hombre mediterráneo que describía Walter
Benjamin en Pasajes:
"La conversación resulta impenetrable para cualquier observador
externo. Los oídos, la nariz, los ojos, los pechos y los hombros son
estaciones de señales activadas por los dedos. Estas configuraciones
retornan en su meticulosamente especializado erotismo. Gestos de
apoyo y toques impacientes atraen la atención del extranjero".
Han
vuelto los visillos, la mirada culpable de quien espía detrás de
las cortinas, antes de volver al interior doméstico, entre pausa y
pausa, absorbidos,
esclavizados por los contenidos banales que en estrimin
ofrece la última tecnología al hombre atomizado
y solitario.
Sin
los demás estamos incompletos, perdemos humanidad. Es algo que ya
existía pero que ahora se está incrementando. Hay que encontrar el
modo de mostrarnos, de no tener vergüenza de nuestra vulnerabilidad.
Hemos de detectar donde están esos hombres frágiles y ayudarlos,
sacándoles a la calle, porque también nosotros lo somos, hombres
vulnerables. Imagino a alguien que ha tenido un muerto estos días,
que se haya podido despedir de él o no, y que haya tenido que llorar
a solas, pero cómo llorar sin compartir el llanto. ¿Puede uno
llorar sin que las lágrimas sean vistas, sin que nuestro dolor pueda
ser atendido? Si
ya estaba cambiando el
modo de percepción sensorial y
ahora se acentúa, ¿cambiará
el modo
de existencia de la humanidad, como
temía Benjamin con la intrusión tecnológica y
el estrago de la pandemia?
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