Hay
dos pelis españolas que parece que triunfan estos días en Netflix.
¿Lo harían si la situación no fuese la que es? ¿Triunfarían en
las salas de exhibición comerciales? Mucho me temo que el cine de
salas nuera también con el coronavirus. La gente adquiere costumbres
difíciles de doblegar cuando las cosas cambian.
Está
sucediendo una cosa inimaginable. El cine era un reducto, no sólo
porque nos recluíamos para ver películas, sino porque cada peli era
un espacio cerrado, un experimento acotado sobre un comportamiento,
una sociedad enclaustrada (muchos
cineastas han jugado con esa idea, Buñuel, un
pionero),
un tiempo y un espacio analizado como ejemplo de lo que somos, o de
lo que fuimos o una proyección de lo que se espera de nosotros.
Ahora, es como en aquella peli de Woody Allen en
que
el prota sale de la pantalla para hablar con la espectadora
enamorada. La
rosa púrpura del Cairo,
me
dice
google. Es curioso que la acción se sitúe en la gran depresión, en
muchos aspectos un paralelo a nuestra época, la
que viene.
Pero ahora es al revés, somos nosotros los encerrados tras la
pantalla y lo que vemos a través de ella es el mundo real o
su simulación.
El
hoyo
es lo más cercano a la idea de enclaustramiento, quizá por ello el
éxito de
estos días.
El hoyo es un idea. Imagina un enorme edificio sin vistas, una enorme
cárcel en realidad, con un montón de niveles o plantas hacia arriba
y hacia abajo. En cada planta dos individuos sin otra ocupación que
esperar la comida. En el centro de cada nivel hay un gran hueco por
el que baja la
comida en una plataforma. Los de los niveles superiores pueden comer
y hacer cuantas guarrerías quieran con ella,
los de los inferiores te puedes imaginar. Pero no hay más, es una
idea sin desarrollar. El
guion se
agota en la ingeniosa
idea,
todo
lo que se añade buscando simbolismo e interpretación es pobre. De
hecho, me he
aburrido
mucho
viéndola hasta el final.
Hogar
tiene más empaque. Tampoco es original. Hemos visto muchas veces al
individuo que se infiltra en una familia para destruirla (Haneke
o Pasolini, por ejemplo. Y
por supuesto Parásitos).
El guion está más elaborado, se esfuerza en resultar creíble. Es
creíble el prota que ha perdido el encanto de su profesión de
publicitario. Su familia en derrumbe abandona una mansión con vistas
por un pisito del Carmelo (hablamos de Barcelona) donde
los grifos gotean. De pronto, se pone a envidiar a los nuevos
inquilinos de su anterior hogar: jóvenes, hermosos, triunfadores,
pero, ay, como en toda buena familia, con
una debilidad. El prota la explotará. El desarrollo de la trama es
menos creíble, también las interpretaciones. Solo se salva un
magnífico Javier Gutiérrez. Pero los directores, los hermanos
Pastor, saben angustiarte. Hay momentos en que te lo hacen pasar mal.
Es
un thriller entretenido pero de ningún modo, como algunos han
comentado, también con respecto a El
hoyo,
una peli con apuntes sociales. Qué tontería.
Viejos.
Viejos.
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