Puedo
imaginar lo que sería la Tierra sin gente. Tan solo hay que abrir la
ventana a primera hora, cuando apenas hay luz, y esperar a
que
los haces dorados toquen los troncos de los árboles del bosque,
levantando capas de humedad en una cortinilla blanca que se
alza
unos palmos por encima del suelo, o su reflejo cegador en las
superficies
lisas y estáticas. Solo hay que poner el oído y escuchar cómo
la naturaleza se despierta con una multitud de voces y rápidos
movimientos. Todo eso estaba antes de nosotros y seguirá después,
aunque como nosotros por un breve tiempo, tomando el relevo y dando
paso hasta que la propia tierra cumpla su ciclo.
Cabe
pensar que sin gente la inteligencia se abrirá paso en otras formas,
no siendo más el homo sapiens que un recipiente temporal. Pero
mientras tanto, somos unos inquilinos particulares y aunque hay otras
especies que comparten con nosotros hábitat e inteligencia somos
algo así como los
hermanos mayores con una responsabilidad superior para mantener la
vivienda en buenas condiciones. Podríamos pensar, si somos
inquilinos temporales, que da igual porque todo será borrado y una
fina capa de polvo será de nosotros la
única
constancia. Pero eso es lo que carece de sentido y sentido es lo que
siempre andamos buscando para tener una vida completa. Dotados de
conciencia inteligente creemos que se nos ha dado el don de
entendernos y en consecuencia de no conformarnos con un mero tránsito
entre la apertura primera de los párpados y su cierre definitivo.
Vivir no es meramente cubrir las necesidades fisiológicas. Vivir
creemos y deseamos es gozar la vida. Cabría conjeturar que cada
especie lleva al máximo sus capacidades antes de desaparecer y ser
sustituida por otra mejor adaptada a las circunstancias cambiantes y
que los individuos de esa especie que no se expresan desplegando los
dones que se les han dado desarrollan una vida disminuida,
incompleta, no la gozan como podrían. Se podría simplificar
diciendo, vivir es ser feliz. Pero si cada especie tiene unos dones,
sucede lo mismo con los individuos. Cada uno recibe una dotación
diferente y es en relación con ella como cada
cual debería
juzgarse el último día,
si los ha desarrollado al máximo de su capacidad.
Es
triste ver a los hombres que han renunciado. Habría que ver si
sucede lo mismo en la naturaleza. Que un pájaro renunciase a cantar,
un ánade a sobrevolar el curso de un río, un león a perseguir a su
presa, un zorro a volver a su madriguera. Habrá animales que se
abandonen pero será porque se han quedado sin fuerzas. Por qué hay
tantos hombres que dejan sin usar o lo hacen con desidia y torpeza su
cualidad distintiva, si ser hombre en plenitud es entenderse a sí y
a las cosas, porque entender da sentido a lo que sienten y hacen. Un
hombre es hombre en cuanto se comprende y actúa sabiendo hasta el
límite de sus posibilidades. En la experiencia de saber y actuar con
libertad está la plenitud, el gozo de la vida desarrollada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario