jueves, 2 de abril de 2020

Dones



Puedo imaginar lo que sería la Tierra sin gente. Tan solo hay que abrir la ventana a primera hora, cuando apenas hay luz, y esperar a que los haces dorados toquen los troncos de los árboles del bosque, levantando capas de humedad en una cortinilla blanca que se alza unos palmos por encima del suelo, o su reflejo cegador en las superficies lisas y estáticas. Solo hay que poner el oído y escuchar cómo la naturaleza se despierta con una multitud de voces y rápidos movimientos. Todo eso estaba antes de nosotros y seguirá después, aunque como nosotros por un breve tiempo, tomando el relevo y dando paso hasta que la propia tierra cumpla su ciclo.

Cabe pensar que sin gente la inteligencia se abrirá paso en otras formas, no siendo más el homo sapiens que un recipiente temporal. Pero mientras tanto, somos unos inquilinos particulares y aunque hay otras especies que comparten con nosotros hábitat e inteligencia somos algo así como los hermanos mayores con una responsabilidad superior para mantener la vivienda en buenas condiciones. Podríamos pensar, si somos inquilinos temporales, que da igual porque todo será borrado y una fina capa de polvo será de nosotros la única constancia. Pero eso es lo que carece de sentido y sentido es lo que siempre andamos buscando para tener una vida completa. Dotados de conciencia inteligente creemos que se nos ha dado el don de entendernos y en consecuencia de no conformarnos con un mero tránsito entre la apertura primera de los párpados y su cierre definitivo. Vivir no es meramente cubrir las necesidades fisiológicas. Vivir creemos y deseamos es gozar la vida. Cabría conjeturar que cada especie lleva al máximo sus capacidades antes de desaparecer y ser sustituida por otra mejor adaptada a las circunstancias cambiantes y que los individuos de esa especie que no se expresan desplegando los dones que se les han dado desarrollan una vida disminuida, incompleta, no la gozan como podrían. Se podría simplificar diciendo, vivir es ser feliz. Pero si cada especie tiene unos dones, sucede lo mismo con los individuos. Cada uno recibe una dotación diferente y es en relación con ella como cada cual debería juzgarse el último día, si los ha desarrollado al máximo de su capacidad.

Es triste ver a los hombres que han renunciado. Habría que ver si sucede lo mismo en la naturaleza. Que un pájaro renunciase a cantar, un ánade a sobrevolar el curso de un río, un león a perseguir a su presa, un zorro a volver a su madriguera. Habrá animales que se abandonen pero será porque se han quedado sin fuerzas. Por qué hay tantos hombres que dejan sin usar o lo hacen con desidia y torpeza su cualidad distintiva, si ser hombre en plenitud es entenderse a sí y a las cosas, porque entender da sentido a lo que sienten y hacen. Un hombre es hombre en cuanto se comprende y actúa sabiendo hasta el límite de sus posibilidades. En la experiencia de saber y actuar con libertad está la plenitud, el gozo de la vida desarrollada.




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