domingo, 5 de abril de 2020

El hombre que no miraba a los ojos



El sol empuja desde su fragua una ola roja contra las nubes. Un cuervo rasga el aire y hace sonar su hosco ronquido. Tan solo un chochín escondido en el ramaje protesta contra la tierra anómica. No hay un hombre sobre la tierra. Uno se asoma a la pantalla en la hora punta. No saluda. Trata de tú a los desconocidos. Con mirada opaca va leyendo en el atril traslúcido frases planas que no levantan el vuelo. Lee a un ente informe que supone al otro lado. No lo ve ni lo imagina porque su mirada es introspectiva. En realidad se ve como cree que los demás le están mirando, como las divisorias de ese ente informe deberían estar mirándolo. Se nota que no está cómodo, que no le gusta pasar este mal trago. Pero alguien le ha dicho que lo debe hacer. Alguien le ha escrito ese papeleo y el lo lee con aplicación displicente. No es lo que él quiere que se vea. Él está, una figura definida por contraste con las cosas y su fondo opaco, alzado un palmo sobre las cabezas, el mundo alrededor una reverencia. Es suficiente. Inclinaciones de cabeza, cuerpos abatidos, susurros a su paso, unas palabras, copas alzadas, aplausos. Eso debería bastar. Pero le hacen ver que es necesario que se dirija al pueblo. Esa enfermedad sobrevenida, tan a destiempo que nadie vio llegar con su alboroto, extendiéndose sin que nadie pudiera hacer nada y la muchedumbre de pronto necesitada de cosas, encerrada, sin nada que hacer sino esperar. No es a mí a quien corresponde qué decirles, sus vidas tendrán. La vida debe discurrir como si nada. Ni deberían molestar. Llueve, hace sol, truena, que siga el mundo.

Él aquí en el atril objeto de millones de ojos, aunque no los vea, levantando el polvo invisible de las palabras escritas en tinta electrónica. No, no es esto. Hay un centón de hombres dedicados a ello, las cosas no deben suceder sin que ellos antes no las filtren y pasen con suavidad por oídos y ojos. Qué soy yo sino el simple estar. Reconocimiento. Hacemos lo que hay que hacer, todo lo que hacemos está bien, no hay otro modo. No puede haber quien lo contradiga o lo afee, una pregunta que levante una duda, ¿víctimas?, por favor, esa palabra no, una crítica, un agrio mirar. Esa insufrible molestia.

***

A ver, a ver. Venga, di, anímate, habla. No sólo orden en las frases, llénalas, pon en ellas algo de ti. No leas por favor, suelta los papeles, olvida el teleprónter, levanta los ojos, mírame, míranos. Improvisa, habla en el desorden, por favor, viértete, escapa de esa rigidez que te atenaza. Estamos aquí para estar contigo, danos calor, no nos importan los datos, no te esfuerces, abandona esas frases que no nos dicen nada sobre el día después. Estremece tu cuerpo para que podamos llorar, necesitamos que tú expansión nos abarque. Venga, venga, un poco más, que nuestros pelillos se ericen, y la piel, hermánanos. Hazte presente, traspasa la pantalla, levanta los ojos, mueve las manos, abre los brazos en círculo, inclúyenos, esperamos tu abrazo, acarícianos.

No hay manera, pero qué frío es este hombre, con lo que te hemos dado, con lo que hemos borrado de nuestro ser para ser tú, no queremos otra cosa. Te defendemos a muerte, hemos dejado las cautelas, aceptado todos tus pasos que no comprendíamos, hemos negado a quienes estaban más cargados de razón, lo seguiremos haciendo, pero deja de leer, muestra tu corazón herido, una lágrima cayendo en tu mejilla, emociónanos, sé blando, olvídate de los malos, ahora solo queremos comunión. Venga, que al final cuando todo acabe podamos agradecerte que nos hayas salvado.


No hay comentarios: