miércoles, 11 de marzo de 2020

No un instagramer



Donde mejor se desenvuelve el político es en campaña, en mitines, y si tiene confianza en sí mismo, en debates. Su medio es el atril, no hace falta que le pregunten o, mejor, que no le pregunten. Soltar la perorata y que el público adicto le jalee. Pero cuánta satisfacción puede atesorar por ese medio, por cuánto tiempo se conformará el ambicioso. En algún momento sentirá lo poco que vale el aliento de los suyos. Querrá más. Nombramientos, selección y descarte, entrevistas, halagos en los medios de parte de los propios, de los convencidos, de los nombrados, de los agradecidos, de los que esperan ser recompensados. Pero cuánto dura la atención del servicio debido, cuán ancha y larga la complacencia cuando nos halagan los interesados. La caja torácica no puede endurecerse y ensancharse, necesita más. Ceremonias, los rituales del poder, apretones de manos a gente importante, alfombras con banderas e himnos, recepciones, mesas de trabajo. Todo eso que tiene un tiempo de exhibición y recepción pronto se lo lleva el aire. Dura poco, no queda registrado. Entra el pánico: aquellos que fueron número uno en su tiempo, a quienes hoy no se reserva una línea, olvidados o vilipendiados, quizá peor que eso inútiles totales. Un nombre asociado a la desidia, a la inepcia. Podría pensar el hombre actual que qué más da si todo el mundo será olvidado. Pero los actuales políticos son jóvenes, tendrán una vida después del poder, tendrán herederos y el apellido no valdrá nada, será una herencia negativa.

Este domingo pasado será un hito. Todas esas manifestaciones alentadas desde el poder. "No bonita, no bonita, el feminismo no es de todas. Nosotras nos lo hemos currado, bonita". Puramente ideológicas. Las manifestaciones son contra algo, contra alguien. Contra el gobierno no pueden ser, si las alienta. La oposición capitidisminuida no representa un poder. El machismo es una idea. Es una exageración decir que la sociedad española es machista. Habrá reductos, en el interior de las familias, en pequeñas empresas, en conductas reflejas, pero nadie honrado puede mantener esa idea. Mirar las estadísticas, comparar. Al día siguiente, el lunes, se proclamó la emergencia. Llamadas a la preocupación. ¿Por qué no se desaconsejó la manifestación, especialmente en Madrid? Una proclama, una declaración, una manifestación será política, pero no es gobierno. Esto es hoy la política de gobierno es España: una política atrapada en su circuito mórbido. "La falta de planificación hay que denunciarla. Durante mes y pico, nadie pensó en esto". 

Cabe la posibilidad de extremar, de empujar los reflejos condicionados. Mucha gente dispuesta a combatir a los muñecos de trapo. Así se hacen las revoluciones. Esta sociedad es poco crítica, tras años de desatender la opinión informada, la información simplemente, alimentada con memes. Qué armas tenemos para combatir la crisis si los políticos están forjados en el combate ideológico y han desdeñado la realidad. Los medios desdeñan los hechos, qué aburridos, para inventarse la realidad. Hasta hoy, semanas después. 

El ideólogo metido a político sueña con remodelar la sociedad según sus prejuicios. Disfruta peleando con fantasmas, imponiendo, y si llega el momento censurando, humillando, haciendo desaparecer. Estamos en una época de esas, de restricción y cerco, de reducción y señalamiento. El ideal, más vago que nunca, ideas huecas, palabras muertas. Pero ahora mismo necesitamos un gestor de catástrofes. Qué poco predicamento tiene el gestor, cuánto se desprecia su moderación, su análisis y balances, sus propuestas pragmáticas. Qué poco glamour. Un político así no puede ser un instagramer¿Alguien se atreverá a hablar del actual desastre de gestión?


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