martes, 17 de marzo de 2020

Exceso



¿Nos ha enfermado el exceso? Tengo la costumbre, como muchos, de levantarme con la radio. Siempre escuchó una emisora, la que mejor se ajusta a mis percepciones. Otros dirán, a tus sesgos. A veces, por curiosidad, cambio durante unos minutos a una u otra, pero vuelvo a la primera. Pero sé que no hay que demorarse en la escucha. No más de media hora. Las ideas, los prejuicios, las cláusulas son pegadizas. Haces tuyo lo que oyes, es fácil que acumules demasiado azúcar y, a la larga, enfermes. Además, la cacofonía de voces te inutiliza, desaparece el silencio que necesitas para ser tú.

He apagado mi media hora de radio. No se puede considerar lluvia el manto húmedo que hoy envuelve la ciudad, sino una espesa capa de tristeza. Una picaza revolotea, trinos en el aire. Necesito ese decorado de sonidos, esa dinámica sin apenas movimiento para sentirme solo y particular y poder eliminar las adherencias de la cacofonía. Eso, creo, es lo que nos está matando, el exceso, la superabundancia, el vértigo. Y no porque la naturaleza o la madre Tierra lo haya programado sino porque la vida sigue las leyes de la evolución. Somos muchos, estamos interconectados, fácil la transmisión, la buena y la mala. La mala más fácilmente, el bien es una depuración, una destilación, una decantación. Hemos de trabajar mucho para hallar vacunas, para inmunizarnos. Saldremos más fortalecidos, pero a cambio de mucho dolor.


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