jueves, 19 de marzo de 2020

Ese pajarillo



Está la vida, sin ella nada es posible, y luego la conciencia de ser un hombre libre. A ella se llega por la conquista de la soledad. Ahora mismo, al otro lado de la ventana veo un pajarillo que salta de una a otra chimenea en el edificio de enfrente. Nadie le acompaña. El sol es un empeño por encima de la niebla. No acaba de fundirla. Hay quien asegura que la conciencia es una propiedad de la naturaleza. Si es así, ese pajarillo de algún modo percibe su distancia a lo demás que le rodea. La distancia que lo libera. Qué cosa minúscula el pajarillo, qué maravilla de la naturaleza. Veo cómo su pico se abre y se cierra, entre el sol, que casi me ciega, y yo, a contraluz. Siento la comunión entre su vida solitaria y la mía. No oigo si canta porque estoy a esta hora de la mañana abierto al silencio, mi segunda conquista. Solo así, solo y en silencio, puedo oír en mí el latido de la vida que hay en mí, un hecho singular, una isla donde la vida fructifica.

Ahora el sol, han pasado unos minutos, es un disco perfecto hacia el sureste, recortado como una hostia por la niebla. Me pide que lo mire, que adore su estática belleza, pero sé que no debo. Sé que sin él yo no soy nada pero necesito preservarme. Haz la prueba. Hoy ya no, es tarde para ti, mañana. Pon el despertador, desayuna, dedica quince minutos a brazos y pies, rota el cuello y las caderas. Busca por la ventana detalles de lo viviente, oye lo que es independiente de ti, hermánate, alarga todo lo que puedas esa conquista. Descríbelo, con lápiz y papel, en un bloc de notas, en un chat de voz. Prolonga un poco más el silencio antes de volverte a enganchar a las noticias. Y al día siguiente, prolóngalo todavía un poco más.


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