domingo, 15 de marzo de 2020

Corazón henchido


A qué esperaba la gente. Se había creado una enorme expectativa, siete horas esperando. No tengo los datos de audiencia, pero los chats y los twitts bullían, con muchas bromas y cachondeo, también muchos videos edificantes sobre la bondad del corazón generoso de la humanidad. La gente esperaba. A qué esperaba. Cuando salió el hombre en la pantalla, en los ordenadores, tablets y móviles, todo enmudeció. Los grupos de chats se quedaron en silencio. Qué esperaba la gente, ¿una explicación razonada de lo que ocurre?, ¿una justificación de la inacción, de la tardanza en las medidas?, ¿una exposición de lo esperable, de lo que se va a hacer para contener, paliar, prever?, ¿una delimitación del futuro que nos aguarda, un plazo para el fin de la pesadilla? Lo que la gente esperaba, no toda la gente, los huérfanos, aquellos que durante horas o días se han sentidos abandonados a su suerte, desorientados, solos, la parte de la población que siempre ha estado entregada, lo que esperaba esa gente era volver a engancharse a la cadena de emoción. Seguir sintiendo formar parte del grupo de la bondad y el bien. Esa es la cadena del poder. Y sánchez cumplió, Seco y algo vacilante en la exposición, pero entregado en el rosario de gracias, gracias a este, gracias a aquel, una enumeración de todos esos profesionales de todo tipo a los que hay que agradecer lo que están haciendo por los demás. No hacía falta más. La gente volvió a sentirse reconfortada, llena a rebosar de la emoción. Poco después salieron a los balcones y terrazas para mostrar el corazón henchido.

En eso consiste el poder, en una cadena de emociones. Eso es sánchez, una modulación de la voz. Si se ha hecho con su partido y con una parte de los votantes no es por otra cosa. Con un texto delante, o con el teleprónter encendido, le vale para entonar, ganguear las palabras una a una, no importa que sean insignificantes o no añadan nada. Hay todo un aprendizaje y una disposición detrás, películas con mujeres y niños, un pañuelo y unas lágrimas en la pantalla, siglos de retórica detrás, unos gestos, una pose, un cuidado de las maquilladoras, del sastre, del entrenador de dicción, del psicólogo que sabe subrayar una sílaba en la palabra, una palabra en la frase, una frase en el párrafo. El publico conectó, se dio por satisfecho, metió debajo de la alfombra las dudas, la desorientación, el desaliento, el temor. Estamos a salvo.

Cuál es su virtud, qué tiene que no tengan los demás, qué le ha hecho prosperar, prevalecer, surfear entre tantas dificultades en su partido y en el corazón de la gente. La convicción. Nadie como él la trasmite. Hasta el más duro de sus opositores, puesto ante él en plan contemplativo, no le cabe otra cuando delante sólo tiene el atril y la pantalla, sin posibilidad de réplica, ha de reconocer que transmite, que la emoción le embarga escuchándolo. Ahora sí, ante los comentarios de la prensa extranjera, ante las acusaciones de inacción, ante los crudos datos de la realidad sin filtrar, ya puede desaparecer el desaliento, la perplejidad, el desamparo, de nuevo unidos, reconfortados, rebosantes de bondad.

Y para los insensibles de corazón. Qué instructivo seguir las noticias en la cadena que no ha hecho ninguna crítica a la gestión del gobierno, que hoy convierte la crisis en un asunto personal, individual: ese ciclista, ese corredor, esa mujer que van solitarios sin perro, culpables, merecedores de multa y desaprobación social y, por contra, qué buen ciudadano el que se queda en casa (no digo que no). No hay ninguna responsabilidad en quienes permitieron concentraciones de cientos de miles, quienes no impidieron el viernes la estampida de madrileños, quienes no adelantaron al menos una semana las medidas que hoy vemos en la tele. La culpa la tienes tú y solo tú y si no estuviste en la mani del domingo doble culpable. No seguiste las normas ese día, no las sigues ahora: irresponsable, incívico. Democracia emotiva, democracia televisiva, democracia infantil, democracia basura. Solo hace falta ver los vídeos que se envían por Whatsapp de incidentes en la calle, de solitarios infractores. Ha calado el mensaje en la población. 



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