Hay
un aparato de propaganda muy bien engrasado que intenta imponer su
visión, su prejuicio, su fe por todos los medios, desde la burla y
el desprecio hasta el matonismo, un enorme bullying
político y social. No defenderé aquí a los partidos que lo sufren,
me pongo en la posición del ciudadano común. Desde las redes
sociales, los programas de entretenimiento y los informativos,
también
desde los atriles del poder,
se convierte en objeto de mofa al disidente o
al excéntrico
y si persiste y sus argumentos son poderosos se le asocia a aquello
que para la población es lo indeseable: al
franquismo, a
Trump,
al
neoliberalismo, a
la
derecha trifálica, al
machismo.
Tal
es la humillación, que la
mayoría no
tarda en agachar la cabeza, evaporarse o aceptar la conminación. En
el otro extremo del espectro con sus medios, que son mucho menores,
se intenta hacer algo parecido, pero ahora mismo no son el principal
enemigo de la libertad, aunque
es posible que
lo terminen
siendo. Otra forma de acallar las opiniones disidentes o críticas es decirle
al
crítico que
ahora no toca, que
hay
una prioridad, que
ya
llegará el momento, pero
ese momento nunca llega.
Y
por
supuesto está la desinformación, la mentira, la manipulación de
la realidad para mantener a los fieles.
La
fase más
aguda de
acoso es el matonismo: acoso, escraches, pintadas y si se
le
pilla a mano, insultos, escupitajos. Se
hizo en el País Vasco, el independentismo lo hace en Barcelona y se
hace en Madrid. Y
aún
hay otro matonismo que no se ejerce sobre
una
persona sino sobre
la colectividad, por
medio de la presión social, son las grandes manifestaciones, como la
del 8M, o
las multitudinarias del 11S catalán de cada año, donde
solo cabe una opinión y una fe, y
donde
no son bienvenidos los críticos. Esas
manifas
se
presentan cómo
si fuesen
la única forma de defender una causa o como
si solo
hubiese una causa que defender. Ese
matonismo colectivo está dirigido contra la parte de la población
que no acepta la fe expresada o es tibia, se le conmina a que se
calle o se quede en casa, no son bienvenidos y se le hace saber que
es lo peor de lo peor.
Hay
toda una serie de individuos que han hecho de
ello, del
matonismo,
su profesión,
una
forma de vida muy bien
pagada, denigrar, insultar, humillar,
mofarse
de las creencias, de las opiniones, incluso de la apariencia de
quienes
consideran enemigos,
desde presentadores de programas a cantantes hip-hop, incluso
apoyados por jueces que valoran
su libertad de expresión pero no la dignidad de los ofendidos,
aunque no tengan iguales plataformas donde expresarse o que no tengan
ninguna. Esta asimetría ha acabado en dominio asfixiante de una
ideología de
matones que
no tiene quien la replique.
Necesitamos
preservar un
espacio intermedio, una
tercera España
entre el totalitarismo soft dominante
en los medios y
el totalitarismo que
se anuncia,
un
espacio de la libertad. Crea tu voz propia,
no dejes que otros lo hagan por ti, incluso si estás adscrito a la
España azul, a la roja, a la negra o a
la morada habla, escapa de las consignas y habla por
ti, sin temor a que tu opinión sea excéntrica, rara,
desacostumbrada.
Necesitamos tu voz. Dirás que no es forma de defender la libertad si
la dejamos en manos de los muchos, cada uno a su aire, descamisado
por decirlo así, sin pertenencia,
pero es que de ahí le viene la fuerza a la libertad, una
cacofonía de voces que
irá seleccionando las más razonables, las más libres, las más
veraces.
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