sábado, 29 de febrero de 2020

Un hombre oscuro

Marguerite Yourcenar

También en este cuento largo, casi una novela, late la pulsión literaria. Lo escribió Margerite Yourcenar cuando rondaba los 80, aunque la historia la tenía en la cabeza desde los 20, incluso recuerda la noche insomne y el lugar donde aparecieron los episodios de la vida de Nathanael, el protagonista. La historia es literaria porque la resuelve en brochazos de ambiente, el Amsterdam del siglo XVII, los episodios de formación del protagonista, los personajes variados, portando una idea y un destino, los escalones ascendentes y descendentes de un hombre común, con rasgos particulares y otros atribuibles a cualquier hombre, hasta que sitúa a Nathanael en un isla para verlo morir. Yourcenar es una escritora que conoce su oficio, y eso en general es una desventaja. Sabe graduar, describir, narrar, seleccionar, posee un léxico que sólo está al alcance de quien ha nacido con la tradición como herencia, sin preocuparse por los esfuerzos de vivir, como sí le ocurre a su personaje. Su XVII es creíble pero libresco o pictórico, incluso musical, no faltan detalles, hasta los olores de los canales putrefactos de la ciudad nos trasmite, pero sabemos que la vida es otra cosa diferente a lo que nos cuenta. Durante siglos hemos creído que la vida era como los libros, las novelas, los cuadros, los sermones nos la contaban, no casaba con la vida diaria, con la experiencia, pero no acabábamos de hacer la distinción. Llegábamos a pensar que la vida ardua, dura, triste, algo alegre, era una etapa hacia el esplendor, pasos agridulces hacia una cima de encanto y completitud. Solo ahora lo estamos viendo, que la vida real es otra cosa, a pesar de que siguen contándonos historias para encantar nuestra imaginación.

Pero en las últimas páginas del hombre oscuro la escritura cambia. Se nota la edad a la que Marguerite Yourcenar la concibió, cuando se aproximaba el fin. Nathanael ha conocido los virajes del amor, tan inestable, ha conocido a Spinoza (Belmonte) que tenía una explicación para entender el Cosmos, aunque no acaba de entenderla, tampoco Yourcenar va más allá de la nombradía del filósofo, ha experimentado la distancia social en una casa de burgueses, pero sobre todo, es lo que salva a este libro, siente dos cosas, que siempre ha estado solo y que le espera la muerte. También la autora convierte estos hechos en ideas y los simboliza, hay una figura que encarna a la parca que avisa y anuncia, pero cuando, en las últimas páginas, lleva al personaje a la isla rala, arenosa y deshabitada, encuentra la mejor metáfora para comunicar la desolación, el abandonó a sí mismo, la tragedia del hombre solo ante la muerte. Son páginas austeras, descriptivas, de lo mejor que he leído de la autora.

Tanta tristeza se ve compensada por el último episodio de esta historia que Yourcenar separó, en su revisión de 1980, del dibujo inicial en cuento aparte, Una hermosa mañana. Esa hermosa mañana, Lazare, el hijo supuesto que Nathanael había tenido con Saray, una prostituta, encantado por el optimismo y vitalidad de unos comediantes de paso, se une a ellos, abandonando a su abuela, que era quien lo atendía después de que su madre fuese ahorcada por ladrona. Lazare se imagina representando a lo largo de una vida de actor todos los papales posibles, repasando las obras de Shakespeare, en las que caben todos los papeles de la vida humana, desde la joven Rosalinda, en aquella época las mujeres no subían a los escenarios por lo que eran representadas por hombres jóvenes, a la vieja lady Macbeth, desde Romeo al viejo y usurero judío Shylock. Una vida por delante, que, significativamente, la autora tituló, en su primer bosquejo, copiando una idea de Cervantes, La muerte lleva la carreta, que a ultima hora cambió en optimista.

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