martes, 12 de noviembre de 2019

Homo Deus, de Yuval Noah Harari


Después de haber reducido la mortalidad debida al hambre, la enfermedad y la violencia, ahora nos dedicaremos a superar la vejez e incluso la muerte. Después de haber salvado a la gente de la miseria abyecta, ahora nos dedicaremos a hacerla totalmente feliz. Y después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar Homo sapiens en Homo Deus”.

Qué es lo específico humano, se pregunta Harari. La inteligencia (en el cerebro) y la habilidad para fabricar utensilios (en las manos) las compartimos de diferentes modos y grados con los animales. ¿Entonces? La imaginación, la creencia en una realidad intermedia entre el mundo objetivo y el mundo subjetivo, una imaginación activa que crea redes de sentido que hace que los hombres cooperen de forma flexible, (una especie de inteligencia colectiva). Esa realidad intersubjetiva, gracias a la cooperación, ha hecho aparecer dioses, dinero, lenguaje, escritura, empresas, naciones, imperios, religiones, ciencia. Hace 70.000 años el homo sapiens vivió una revolución cognitiva que no ha parado y cuyas consecuencias, revolución agrícola, industrial, tecnológica, han cambiado el mundo. A esa tesis ha dedicado Harari 1000 páginas en dos libros, en el primero trata de explicar cómo el Homo Sapiens ha llegado hasta aquí, en el segundo su proyección, razonada y documentada con datos, análisis y ejemplos encontrados en los laboratorios y en los procesos históricos le acerca a querer ser Homo Deus.

Podría contemplarse la historia como un proceso de mejora continuada de la eficiencia de la especie en su trato con el mundo. Los homínidos aparecieron en la Tierra hace unos millones de años, los sapiens hace apenas 200.000, pero sólo hace 70.000 se produjo la revolución cognitiva que hizo que el sapiens supiera conectarse con sus semejantes y con ello afinar su percepción y comportamiento; hace 10.000 con la revolución agrícola añadió un grado de eficiencia: más población y recursos, más cercanos y concentrados en poblados y tribus, lenguas y culturas que dotaron a los hombres de una capacidad superior a la del individuo más espabilado; hace 5.000, con la invención de la escritura y el dinero, se dio un salto mayor, se crearon ciudades y reinos y redes de comercio, se acumuló la información dispersa y se propulsó el conocimiento; desde 1492, la red se hizo global, abrazó el mundo, el continente euroasiático se unió al africano y al americano, apareció la idea de la humanidad conectada, con capacidad superior a la suma de las culturas particulares preexistentes, con sistemas más eficientes, políticos, científicos, comerciales. El mercado libre, la ley, la ciencia, la democracia fueron derribando fronteras, haciendo la observación más precisa, acumulando experiencia, ofreciendo mejores soluciones a los problemas comunes. En fin, podría resumirse la historia como el proceso por el que la humanidad se convierte en una especie de mente colectiva que al centralizar la información acumula más y mejor conocimiento, cada vez más eficaz en el procesamiento de datos.

A estas alturas el mejor modo de conocer el mundo que hemos encontrado es el sistema científico, el mejor modo de producir y distribuir mercancías el capitalismo y el mercado libre, el mejor modo de gestionar la vida pública la democracia y la ley. Para convencernos de que es el mejor, hemos ido creando un sistema filosófico que nos ha proveído de valores y justificaciones, el humanismo. El humanismo no era uniforme, ha ido probando variantes hasta imponer una versión, el liberalismo, frente a otras menos eficientes, como por ejemplo la economía centralizada y la dictadura comunista. Comparado con otros, el liberalismo se ha mantenido a flote frente a sistemas más arcaicos y menos eficientes, que hemos considerado como religiones: el cristianismo, el hinduísmo, el islamismo, el confuciansimo. La cooperación se basa en “amenazas y promesas [que] suelen surtir efecto al crear jerarquías humanas estables y redes de cooperación masiva, siempre y cuando la gente crea que reflejan las leyes inevitables de la naturaleza o las órdenes divinas de Dios, y no simplemente caprichos humanos. Toda la cooperación humana a gran escala se basa en último término en nuestra creencia en órdenes imaginados.”
La gente teje una red de sentido, cree en ella con todo su corazón, pero más pronto o más tarde la red se desenmaraña, y cuando miramos atrás, no podemos entender cómo nadie pudo haberla tomado en serio. En retrospectiva, ir a las cruzadas con la esperanza de alcanzar el paraíso parece una locura total. En retrospectiva, la Guerra Fría parece una locura todavía mayor. ¿Cómo es posible que hace treinta años la gente estuviera dispuesta a arriesgarse a sufrir un holocausto nuclear por creer en un paraíso comunista?”

¿Pero acaso el humanismo no es también una religión, sus valores no son mudables, no pueden ser sustituidos por otros más eficientes? Si el humanismo liberal ganó, ¿fue porque era bueno o ‘porque mejoró el sistema global de procesamiento de datos’?

Sin embargo sabemos que el capitalismo es muy ineficiente: no prevé los desastres ecológicos, destruye el ecosistema, es ineficaz en la distribución de los recursos y tampoco lo es en una de las promesas del humanismo, la igualdad. ¿No habrá otro sistema más eficiente? Sí, es la promesa de una nueva religión, el dataísmo. Para esa religión el flujo de información es lo que hace que la humanidad progrese. El datsmo sustituye al humanismo como antes este sustituyó a otras religiones. Y en qué consiste el dataísmo, ofrece un sistema de procesamiento nuevo y más eficiente, el Internet de Todas las Cosas. Entonces, si todo está conectado, qué pasará con el Hono Sapiens.

Pero es la “eficiencia” en el procesamiento de datos el concepto adecuado para ponderar la historia, para progresar, para responder a las necesidades humanas o por el contrario llevará al fin del homo sapiens. El procesamiento de la información, en esa progresión lineal de la historia, ¿no ha dejado tiradas por el camino cosas básicas para entender lo humano, culturas olvidadas, arrojadas al basurero de la historia, no ha reducido el espectro de la mente? ¿Que hay de todas las capacidades no usadas, las podremos expandir?
"Estamos en el umbral de una revolución trascendental. Los humanos corren el peligro de perder su valor porque la inteligencia se está desconectando de la conciencia". (…) El dilema más importante en la economía del siglo XXI bien pudiera ser qué hacer con toda la gente superflua. ¿Qué harán los humanos conscientes cuando tengamos algoritmos no conscientes y muy inteligentes capaces de hacer casi todo mejor? (…) En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y a la gloria de la sociedad. Esta «clase inútil» no solo estará desempleada: será inempleable. ¿Qué ocurrirá cuando los algoritmos sean mejores que nosotros recordando, analizando y reconociendo pautas? Algunos expertos y pensadores, como Nick Bostrom, advierten que es improbable que la humanidad padezca dicha degradación, porque cuando la inteligencia artificial supere a la inteligencia humana, sencillamente, exterminará a la humanidad.

Los hay más optimistas, por supuesto.


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