domingo, 6 de octubre de 2019

Sublime



La música es una de las formas del arte, como tal a veces roza lo sublime. Lo sublime es uno de los estados del alma. Se podría pensar incluso que la asistencia a un concierto, la escucha atenta de un programa o de una pieza en un artilugio mecánico o digital, el jugueteo con las cuerdas o con las teclas o con el viento o con la percusión de un instrumento tiene por objeto llegar a ese estado. Pocas veces se logra, a veces ocurre inopinadamente, no sé si tiene algo que ver la perseverancia, pero cuando se logra se conoce el cielo. Es un instante más o menos prolongado, cercano a la beatitud o a la felicidad o al contento. No solo el arte proporciona esos momentos, también el sexo o el éxtasis de la contemplación o la amistad. La mayor parte de esos momentos se nos escapan porque cuando los vivimos no pensamos en ellos.

Pero quería hablar de música. He asistido a un pequeño festival de música antigua. Conmemoraba el VIII centenario de las bodas entre Fernando III y Beatriz de Suabia. Las entradas estaban agotadas desde hace mucho, aún así me las he ingeniado para entrar en la iglesia del Monasterio de las Huelgas en dos ocasiones y en la sala capitular, una. Como no contaba con ello, el deleite ha sido mayor. El primer día era un concierto a capella (Singe Pur, cuatro voces masculinas y una femenina) con piezas que tenían a María como tema. Composiciones casi todas del siglo XVI, salvo un par de cantigas y una pieza de Arvo Part. El segundo (Ars Choralis Coeln) estaba dedicado a la música de convento de monjas cistercienses, canto llano y polifonía, tropos y secuencias, todo ello del siglo XIII. Este tipo de música requiere una gran concentración y silencio, la circunstancia personal, la distancia a las voces, el clima, el movimiento de los fotógrafos, las toses, la dificultan. Es fácil disfrutar del Santa Maria, stela do dia de las Cantigas, nunca falla, no tanto del Trahe me post te de Victoria, en el primer concierto. El segundo era más amable, porque a las voces femeninas se añadían campanas e instrumentos de viento (fídulas y flautas) para acompañar alguna de las piezas del Códice de las Huelgas.

Pero ha sido en el concierto de hoy, en la sala capitular, a la una del mediodía, donde el deleite ha sido rotundo. El grupo italiano Micrologus ha confeccionado un programa con piezas del Carmina Burana y de trovadores y minnesingers de los siglos XII y XIII, con cantos de amor y de cruzada y otros dedicados a la primavera. No ha habido motivos para la dispersión y el ruido, los músicos estaban cerca, expresivos, teatrales y el público estaba entregado.

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