lunes, 16 de septiembre de 2019

Un país de la nada


Que es un país? Kirguizistán. Un país es un paisaje. Naturaleza prodiga en montañas y agua. Altas montañas allá por donde mires, resecas, rugosas, peladas o con pequeños arbustos o nevadas. Una cordillera que son tres, Tian Shan Central, del Este y del Oeste, y en medio valles con ríos bravos como el Kokomeren que baja con violencia de la montaña, y otros más tranquilos y caudalosos como el Naryn, que fertiliza el valle de Fergana y que al pasar a Uzbekistán se convierte en Syr-Darya. Apenas algunas minas de carbón y una de oro. Aunque quién sabe lo que hay enterrado en esas montañas. Y el paisaje humano. Las yurtas de los pocos nómadas que aún quedan en el extenso y ondulante altiplano, con sus lagos y sus pastos. Pastores de vacas, ovejas de culo graso, yaks y caballos de esbelta figura pero bajos. En las estaciones intermedias hacen trashumancia.

El hombre ha ido dibujando su poder en escalones de bienestar. Diseminados aparecen vagones de tren convertidos en vivienda o ya abandonados, hasta en el paso de Ala-Bel, a 3175 m de altura. Un poco más abajo viviendas de adobe, encaladas o sin encalar, o de ladrillo, tantas abandonadas como habitadas, siendo difícil saber cuáles son unas y otras. La impresión es la de país en construcción: los nómadas asentándose, los rusos sin acabar de irse y los chinos sin acabar de llegar. Y más abajo aún, containers. Como vivienda moderna, como almacén o como tienda. A veces recortados a soplete para abrir una ventana y una puerta o para ampliarlo a un segundo piso o darle amplitud horizontal. Tanta influencia de los containers que hasta las viviendas en las nuevas urbanizaciones se les parecen. La yurta y el container, decisivas contribuciones polares de este país, en ese orden, al embellecimiento o fealdad del paisaje.

Las ciudades son aglomeraciones de hombres que van llegando sin un plan ordenador, salvo el valle de Fergana, de agricultura antigua. Cómo dar sentido, cómo hacer de la naturaleza país. Si uno se deja llevar por lo que ve, el islam es un elemento ordenador. Hay mezquitas de ladrillo y minaretes de chapa en cada pueblo, algunas coloreadas, otras no. Algún país foráneo ha financiado su construcción. Los cementerios, más autóctonos, con la media luna, minaretes o yurtas a escala y alguna estrella de cinco puntas, como formas de marcar la última morada, aparecen por doquier. El islam parece ganarle la partida al gobierno laico. Las iglesias ortodoxas son una curiosidad del pasado. De momento, la gente respira libertad. El Estado pone sobre el tapete dos elementos, la lengua y una mitología. Se enseña en ruso, también en kirguís, pero no se tienen en cuenta las lenguas minoritarias como el uzbeko y el tayiko. La mitología con voluntad unificadora es la de el Manas.

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