jueves, 11 de julio de 2019

Un mes en el campo, de J.L. Carr



La mayor parte de las novelas suelen ser mentirosas, nos prometen una felicidad que rara vez se da. Una y otra vez caemos en la trampa, damos la espalda al mundo ingrato y volvemos a la promesa. Un mes en el campo es una de esas ensoñaciones en las que se deja caer la mente juvenil y a veces la adulta. La de que la felicidad es posible. Allá por los veinte del siglo pasado, el joven restaurador Tom Birkin recibe el encargo de desvelar lo que se esconde tras un lienzo de cal en el muro de una iglesia del norte de Inglaterra. Junto a él, otro joven, James Moon, como él recién salido de los campos de muerte de la guerra mundial, desentierra una tumba de un antepasado de su patrona. Mientras van apareciendo las figuras del mural, una obra maestra de un pintor anónimo, las personas del pueblo se presentan a los pies del andamio con ganas de conversación. La vida remota de siglos atrás se hace presente al mismo tiempo que los vivos de Oxgodby (Yorkshire) muestran sus emociones ante Birkin. Birkin va cerrando las heridas de la guerra y las de una reciente y desagradable separación. Tras el pozo negro de la guerra, el mundo se abre de nuevo ante él, la amistad, el respeto, la reputación y hasta el amor. El narrador lo cuenta en pasado como una posibilidad que se dejó escapar. ¿Pudo aquella ocasión cambiarnos la vida? Eso pensamos, poniendo en el pasado la causa de nuestra actual infelicidad.
Si me hubiese quedado allí, ¿habría sido feliz siempre? No, supongo que no. La gente se traslada, envejece, muere, y la luminosa creencia de que habrá alguna otra maravilla a la vuelta de cada esquina se desvanece. Es ahora o nunca; debemos agarrar la felicidad antes de que eche a volar”.

La novela la escribió el autor en 1978. Es buen momento en estos tiempos de neorrurales para volver a ella, el campo frente a la ciudad, el pan recién horneado, los huertos que asoman entre zarzales, una vida sencilla abarcable, la vida entre hombres rudos de corazón sensible y si hay una mujer perdida que espera su redención tanto mejor. Tiene pocas páginas, la acción se desliza entre descripciones poéticas y emociones ligeras y la incredulidad del protagonista es compensada por la bondad natural de los hombres y mujeres de pueblo.


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