martes, 9 de julio de 2019

Los motivos del lobo



Hizo bien Mendoza dando vida a la primera parte del enunciado de su charla y saltándose la segunda, De Blancanieves a Kafka. Una visita guiada al castillo de la literatura, quizá intuyendo que el acto ya daba la escenografía para comprender lo que el autor checo representa para la literatura. La sala rebosaba con mucha gente en la calle por falta de asiento, con traje y corbata, aunque sin sombrero, lo presentaban los presentadores: multipremiado, honorable, grande de las letras, alzándolo al castillo de las nieblas. Así tejía el vice universitario un rosario de expresiones con olor a sándalo: “Qué sentido tiene que yo presente… mis palabras han de ser necesariamente breves… me permito tomar prestadas… ejemplo de frescura, sátira y disparate… modernidad de la literatura española… en esta sala están sus personajes y peripecias… Eduardo tuya es la palabra”.

Por un momento Eduardo Mendoza, cuando comenzaba, parecía no salir del enredo: “El listón imaginario de mis méritos… la narración, un recuento de lo sucedido esta mañana… el relato, un propósito, una construcción con principio y fin...”, hasta que ha metido a los personajes de los cuentos infantiles en la sala, Caperucita y el lobo, Cenicienta, La bella durmiente y Blancanieves. Entonces ha mostrado de lo que es capaz la fantasía. La manzana que dio muerte a Blancanieves era la manzana con la que Alan Turing se envenenó, la misma manzana mordisqueada que Steve Jobs convirtió en símbolo de su empresa. La caperuza roja la usaba Dante cuando recitaba por las ciudades su Divina Comedia, antes de que la imprenta pusiese en miles de ojos lo que antes era para unos pocos oídos. Algo más dijo, que el relato del Génesis en hebreo sirvió a Goethe para dar sentido a lo que antes había ido aprendiendo deslavazadamente y del Quijote y Frankenstein que hicieron entrar a la realidad en el relato. Pero cuando le tocaba decir algo de Kafka su imaginación se ha fundido, quizá porque no podía superar el ambiente hostil que un acto así crea para la literatura. Quizá le faltaron reflejos para hacer que por su boca hablara el protagonista de El laberinto de las aceitunas. No obstante ha tenido un rasgo de genio cuando ha puesto en la imaginación de quienes escuchábamos la continuidad del relato eterno: por qué el lobo no se comió a Caperucita en el bosque, por qué la esperó en la cama de la abuelita. Cuáles eran los motivos del lobo, nos preguntó.


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