No
puedo estar en mayor desacuerdo, le dirías al editorialista de EP o
a Juanli o a Sor Iñaqui o a la Pepa Rahola de las mañanas de
Sánchez o a los Escolar o a la pareja que vive en rojo, en orden
creciente de impropiedad, o a los del otro lado, qué más da, aunque
ahora son aquellos quienes quieren formar gobierno, pero a quien
tienes delante es al repetidor. Y qué objeciones puedes poner, qué
puedes decirle al repetidor si aún no ha oído lo que tiene que
decir. Oye que yo hablo por mí, no me faltes al respeto. Así
que qué le vas a decir. Que sí, que así es. Y él contento.
Hartazgo,
ese animalillo. Cuántas veces lo has oído entre ayer y hoy: en el
bar, en las ondas, en la tele a pie de calle, en amigos bondadosos,
antes de que el gobierno ignominioso se haya constituido. Hartazgo,
la palabra del día. Queremos gobierno ya. De dónde sale el
animalillo, quién lo lanza al aire, en qué momento, para
convertirlo en la palabra que hoy se necesita. Como en el cerdo todo
lo aprovechan a su favor. El animalillo impide que pienses en la
ignominia que viene. Pongamos un gobierno en el pasado apoyado por un
Tejero, con un partido creado para la ocasión (golpista como ERC,
golpista como Mussolini: están en el Parlamento, son un partido
normal). Pongamos unas Brigadas Rojas, una Baader-Meinhof
apoyando desde fuera con su abstención a un gobierno democrático
(como Bildu, el partido de los 900 asesinados). Pongamos un PCE, un
PCI en las mismas entrañas del gobierno (Podemos): nunca se ha dado
en Europa, ahora tampoco se da, se daba.
Otro
animalillo: Casado, hombre de Estado, templado, guardando las
formas, todo un señor. Esa es la oposición que el gobierno
ignominioso necesita. Lo demás es bronca, Riverita.
Este
es el tiempo de Platón. Si pensábamos que nos íbamos a liberar de
las cadenas y ver la realidad con ojos limpios sucede lo contrario.
Todo es intermediación entre las cosas y nuestra comprensión. No
miramos qué ocurre, estamos atentos a que nos digan qué ocurre. El
otro día las teles retransmitiendo en el Congreso interrumpían a
los oradores para decir qué decían en directo, cuál era la
correcta interpretación. Fue divertido y bochornoso a la vez. Si lo
hacían, si representaban de tal modo la realidad, era porque alguien
los estaba mirando, oyendo. Todos los televidentes niños. No todo el
mundo apagaba la tele cuando eso sucedía. Qué vistes, qué comes,
qué compras, cómo te enamoras, cuántas de las palabras que usas
son tuyas. No seas mentiroso, cuándo has salido a la calle a cuerpo
gentil, vaciado, sin extensiones. Lo que ves, lo que dices, lo que
sientes es mera repetición, eres un clon. El esclavo de la caverna,
cuánto hemos despreciado a Platón. Platón tenía toda la razón:
somos esclavos encadenados en la cueva, creyendo que el mundo es cómo
lo vemos reflejado en las sombras.
Ah, y si fracasa la investidura volverá Franco al Congreso, dirá el
candidato: Principios, España. Nuevos animalillos
echados a correr para que hagan su labor electoral. Repite repetidor:
Principios, España.
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