Supón
que recibes este vídeo en un de esos chats de grupo en el que
participa mucha gente. No es un chat político, más bien deportivo.
Te chocan cosas de lo que oyes en el vídeo y te gustaría comentarlas
pero no puedes, no lo haces. Una de las reglas del chat es no crear
polémica. Deberías hacer demasiadas reflexiones previas y un chat
no es un colegio de filosofía. Deberías decir no soy de VOX.
Deberías decir la travesía del Mediterráneo es un drama de nuestro
tiempo. Deberías decir las concertinas de Ceuta y Melilla son
salvajes. Deberías decir la inmigración es un bien para nuestros
países viejos. Pero los antecedentes, las prevenciones, las justificaciones, serían tantos que no quedaría
espacio para la discusión razonada, para la discrepancia, para poner
en cuestión lo que se da por supuesto. La gente se burlaría de ti
por tanta previa. Habrían dejado de prestarte atención y te dirían
pesado. Y con razón. Los chats no son lugares de discusión
sino de reforzamiento de las ideas establecidas. En general, la
educación ya lo es, el primer sistema de clonación. Le siguen los
informativos y las tertulias. Las redes aplican ese sistema a lo
salvaje. Es imposible discrepar. Si a alguien se le ocurre le tildan
de lo más feo, rápidamente se lo convierte en un outsider, en un
raro, en alguien de poco fiar. Así es como perduran, se refuerzan,
las ideas falsas, las ideas malas.
domingo, 21 de julio de 2019
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