martes, 2 de abril de 2019

Intimidad



          La cafetería donde leo el periódico cada mañana está cerca del ayuntamiento. La segunda planta es propicia para el diálogo o la tertulia. Hay funcionarios, profesoras de los colegios cercanos y algún que otro autónomo que la convierte en su lugar de trabajo, con el ordenador y el móvil a mano. A veces, por la música de fondo, hay barullo y es difícil seguir la conversación. Otras veces hay una cierta aproximación al silencio, cuando la gente vuelve al trabajo. Hoy se me han impuesto dos conversaciones, una que sobrevolaba el barullo, otra que pretendía sumergirse en el silencio. Por mi parte, me era imposible concentrarme en los artículos de fondo del periódico, uno sobre robótica, otros sobre el fallecido Ferlosio. En la primera charla dos políticos del vasto mundo de la izquierda fragmentada hablaban de la lista para las próximas municipales. Uno, de carácter impulsivo y nervioso, quería a toda costa que se incluyeran miembros de su partido en la lista ya confeccionada, pugnando por escapar de la irrelevancia; el otro, con voz pausada y envolvente, emisario de la alcaldesa, quería que hablasen del fondo de las cosas que importan, del programa, y, si acaso de comisiones de seguimiento y control. La conversación se les iba, como en todas, sobre las personas que conocían, con pullas más que alabanzas, sobre su valor, carácter y experiencia. Educados, respetuosos, no coincidían, y como un ritornello iban volviendo a los porcentajes y a las cosas que importan. Al final, uno de ellos ha escapado del bucle, rompiendo la discusión sin fin, levantándose y poniéndose sobre los hombros el jersey que tenía en el respaldo de la silla. Al salir de la cafetería, el de la voz pausada y envolvente, consciente de su posición imbatible, ha ido saludando o abrazando al resto de gente que iba encontrado.

        La misma mesa y sillas han sido ocupadas poco después por dos mujeres, una de edad mediada y otra joven. Aunque hacían esfuerzos por acercarse al umbral del silencio me ha resultado imposible no enterarme de su conversación. Una interrogaba y otra respondía. Preguntas íntimas, la edad, el nacimiento, sobre el carácter, los chicos, relaciones, sueño. Yo quería no enterarme, pero me era imposible concentrarme en mi lectura. No tengo claro si era una sesión de un psicólogo profesional con su paciente o de algún tipo de terapia parapsicológica. Cuando la chica ha dicho, ayer me bajó la regla, y ambas han empezado a contar confidencias al respecto, he ido recogiendo mis bártulos. Me he avergonzado de asistir involuntariamente a aquella relación de intimidades. No sé cómo analizar lo que sucede, qué significa esta ruptura del dique de la intimidad. En las teles ya sucede desde hace mucho, pero en la vida de las gentes es más reciente. Siempre hemos sentido la necesidad de contar lo que nos sucede dentro, lo novedoso es que se haga a la vista de todo el mundo, sin tomar precaución alguna. Quizá sea una cuestión generacional. Yo aún tapo con la palma de la mano mi boca cuando hablo por el móvil y eso que no cuento intimidades, aunque debiera.



No hay comentarios: