A
veces vas conduciendo, quizá de fondo suene la música de Radio
Clásica, quizá no, quizá solo te acompañe el ruido ambiente de la
autovía, das un golpe en el volante y gritas, un grito prolongado
que acaba bruscamente. También te sucede caminando, aunque procuras
que no haya gente alrededor, o en casa, sentado en la taza del wáter
o removiendo alguna cosa en la sartén. Acabas de recordar algo que
dijiste en una conversación, una respuesta a una pregunta directa o
una confesión o una decisión que tomaste o que no tomaste e
implicaba a alguien más además de ti. No saliste bien parado o eso
crees, ahora lo recuerdas con ira contra ti, aunque la persona que
conversaba contigo no esté, seguramente lo haya olvidado o ni
siquiera se acuerde de ti. No te perdonas cuando el pasado viene a
juzgarte. Es solo un momento, un recuerdo que pronto se desvanece en
el aire, porque, casi siempre lo cortas de un manotazo, no aceptas la
jurisdicción de ese tribunal, aunque te duele. Por eso gritas.
miércoles, 10 de abril de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario