viernes, 29 de marzo de 2019

Umbral de tolerancia




        Encapsulados en el aparataje tecnológico, aislados del ruido ambiente por cascos, de la visibilidad por pantallas, alterada la medida hasta ahora convencional del mundo, sustituido el paseo por el rodar continuo del patinete eléctrico, el olor y gusto de la naturaleza por fragancias artificiales y sabores muy especializados, ¿no está bajando nuestro nivel de tolerancia? En una misma mañana, he abandonado una cafetería antaño silenciosa porque dos personas, en punta y punta, han iniciado sendas y muy largas conversaciones, mediante móvil, en un inglés ortopédico, donde con voz muy alta ventilaban sus negocios, sin pararse a pensar que podrían estar molestando al resto de la clientela. En un cajero, dos mujeres se han enzarzado, sin mediar presentaciones, en una pelea dialéctica a propósito de un perro, si debía o no estar en el recinto cerrado del banco. El tono ha ido subiendo, la mediación imposible y la conciliación implanteable. En la línea de cajas de un super, se ha desatado una pelea simultánea, con diferentes protagonistas, entre una cajera y un cliente, entre varios clientes, y entre un cajero y otro cliente. Los asuntos no tenía mayor importancia, sino que la crispación parecía inmotivada o fácilmente resoluble con un poco de buena voluntad. Antes, por los pasillos del súper, la gente se mueve, se para o hace cosas sin que los demás sean tenidos en cuenta, como si la presencia del otro no fuese percibida o no importase. No es solo la forma de vestir poco cuidadosa, el abrir las cajas o los encases precintados, el impedir el paso o no cederlo, es como si los demás no fuesen visibles o no importasen, o como si la interioridad, esa libertad o descuido que se tiene cuando uno está solo en casa, se hubiese trasladado a la calle, a las plazas, a los lugares de encuentro, ahora de desencuentro, con los demás. Una especie de nihilismo corroe la vida pública. La cortesía ha dejado de tener valor. Cada vez que vuelvo a la gran ciudad o alrededores, la vida en común parece menos tolerante, menos aceptable. Aislados, atomizados, perros solitarios, ¿tanto estamos cambiando?

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