Lo
tiene muy difícil esta The Highwaymen
(Emboscada final) para
que tenga una mínima incidencia en la actualidad, a pesar de que
tenga como referente una película icónica como Bonnie &
Clyde. Ni siquiera como
documento de época, en esta época de hombres macho como Trump o
Bolsonaro o del
medio hombre que en este país quiere alcanzar notoriedad apelando
a las armas y a los muros. No
pueden durar mucho, en el ecosistema mediático, esos hombres
gastados, tan viejos, tan torpes, con ideas tan antiguas. La
actualidad vuela y esas figuras de papel arden rápido. ¿Qué fue de
Malenchon, de Alexis Tsipras, de Pablo Iglesias? Se oyen sus
protestas mientras caen por el sumidero de
las notas a pie de página.
En The Highwaymen,
ese Kevin Kostner avejentado, torpe de movimientos, con dificultades
para que sus frases salgan nítidas de su boca, qué puede hacer
contra el glamour y el mito de
Warren Beatty y Faye Dunaway. Nada. La
belleza de la juventud es imbatible. Aún
perdura, 52 años después, el erotismo de la violencia, la libertad
del desorden que recorría los años setenta. ¿Qué se le
contrapone? Orden, un puñado de armas acumuladas en el asiento de
atrás del Jaguar de Frank Hamer (Kevin Costner) y de su igualmente
avejentado compañero Manny Gault (Woody Harrelson) y contundencia.
¿Todos los votantes de Trump son viejos cabreados con el mundo? Ni
siquiera. Torpes las armas, torpes las palabras, torpe el guión. Si al menos hubiese detrás un
Arthur Penn o un Sam Fuller o un Sam Peckinpah.
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