viernes, 22 de marzo de 2019

Clint Eastwood frente a Michel Houellebecq


Sospecho que otro indicio de la vejez es la gratitud que sentimos frente a cualquiera que todavía se dé cuenta de que tenemos alguna entidad. Hannah Arendt decía que una de las victorias del totalitarismo había sido despojar a sus víctimas de historia e identidad para pasar a tratarlas como una pura estadística. La juventud, en cierto sentido, es un totalitarismo benigno”. En el estanque, Al Alvarez).

        Acierta de pleno Michel Houellebecq y se equivoca al diagnosticar el estado de ánimo del hombre contemporáneo. Abandonado por la trascendencia, solo le queda el abrazo sexual sostenido por el amor. Y cuando eso también falta, lo que afirma en su última novela, Serotonina, la vida se precipita en el sinsentido. El hombre de esta hora camina sobre tierras movedizas, en cambio la mujer tiene un tiempo por delante, el que le queda hasta llegar a la meta que se ha trazado con tanto aparato mediático. Sin embargo, lo que Houellebecq dibuja es una de las dos caras de Jano. La otra que no ve o desdeña es que el hombre, genérico, resiste, aguanta hasta el final. La vida es única, un don, un regalo, un tesoro frágil, tan frágil que en cualquier momento puede escurrirse por el sumidero. Nada iguala al abrazo, a la fusión discontinua con la mujer (con el hombre) amada. Su tremenda falta es el tema más común de la literatura, la de antes y la de ahora. Leo ahora como ejemplo, el año mágico de Joan Didion y veo lo último de Clint Eastwood, pero fuera de ese abrazo vitalizador la resistencia del hombre se muestra en otras variaciones.


          The mule, de Clint Eastwood, no es una de sus mejores películas, pero ilustra esa otra cara de Jano ausente en el pesimismo de Houellebecq. En The mule se narra la historia de un viejo que resiste. Como todo el mundo, Earl Stone (Eastwood) camina erguido, tanto como se lo permite su achacosa edad, mirándose en el espejo de los otros. Veterano de la guerra de Corea, cultiva lirios únicos para ser admirado y recibir premios, y cuando eso ya no es posible se convierte en ‘mula’, traficante para un cártel mejicano de la droga, para conseguir dinero fácil con el que acercarse a su familia y amigos y seguir siendo querido, valorado o admirado. The mule no solo cuenta la historia del viejo Earl Stone, también la del viejo Clint Eastwood que se empeña en seguir haciendo películas a sus 88 años, quizá con el secreto deseo de morir haciéndolas y seguir siendo admirado.

          La vida es valiosa, un paso por debajo de ser amado, de fundirse en el abrazo del amor, es ser valorado. Nos aferramos a lo uno y a lo otro. Solo cuando sentimos que no hay ni lo uno ni lo otro podemos darnos por muertos.

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