Humor
blanco, risa blanda, película blanda,
qué otra cosa puede decirse de esta película. Quizá valga
para descansar después de un día ajetreado o de un largo viaje,
como me ha ocurrido a mí, quizá
sirva para
rememorar nuestra infancia, aquellos tiempos en que todo el mundo
veía las mismas películas al mismo tiempo.
Te sientas, esperas sonreír de vez en cuando, reconocer los gestos
amanerados del gordo, ver los ojillos risueños y semicerrados del
flaco, sonrisa, ternura,
lagrimillas, más por lo que recordamos que por lo que vemos.
Pulida, cuidada, bien interpretada, en
la interpretación está toda la cosa (Stan
es Steve Coogan y Ollie es John C. Reilly).
Poco más te da le peli, salvo saber qué fue de ellos tan sus
grandes éxitos
de los treinta. Pero la gira de despedida que hicieron por el Reino
Unido, en 1952,
poco aporta, unas leves riñas seguidas de reconciliaciones, teatros de medio pelo antes de Londres, la presentación
de sus respectivas mujeres, con
carácter, y la ilusión de
una última película, que sabemos que no van a hacer, sobre Robin Good
(Robin Hood).
Simpáticos, bonachones,
tiernos, intrascendentes.
Como todo en este mundo.
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