jueves, 20 de diciembre de 2018

Roma




            Alfonso Cuarón ha titulado Roma su película y la ha filmado en blanco y negro. Muchos la consideran una obra maestra. Yo la pongo al mismo nivel que Cold War, las dos en blanco y negro, las que más me han gustado en el 2018. Roma, más allá de la colonia Roma que, a comienzos de siglo XX, acogía a la clase alta de la capital mejicana, remite a Rossellini y al reorrealismo italiano. El blanco y negro define una voluntad de estilo, acerca al documental de época. AC cree que es la mejor forma de atrapar la realidad evocada por su memoria, el México de comienzos de los 70, de transmitir verdad. El México DC de Cuarón es la Roma de Roberto Rossellini. Hay muchas formas de hacer arte en el cine. AC ha creído, como Paweł Pawlikowski en Cold War, que para ser veraz necesitaba el blanco y negro y a Roberto Rossellini y que la apariencia documental era la forma apropiada para representar aquella época en que él era niño. Esa opción le ha permitido representar los sonidos, las imágenes, los ecos, la realidad fragmentada, paralizada en detalles, en puntos de vista particulares que son propios de la memoria. La vida evocada más que la vida vivida está llena de detalles concretos que adquieren sentido solo al evocarlos, no mientras se vive. Eso lo transmite muy bien el blanco y negro de AC: una pequeña banda de músicos recorre a primera hora de la mañana la calle enfrente de casa; el coche de papi entra con sumo cuidado en el estrecho garaje de casa; el mismo coche conducido por una mami borracha entra a trompicones destrozando todo a su paso; los libros se amontonan en el suelo fuera de las estanterías al día siguiente de que papi se haya ido; la matanza de estudiantes del Halconazo es vista desde la tienda donde van a comprar la cuna para el bebé de la criada; la igualdad entre los seres humanos, por encima de la posición social, es presentida un día en el coche de vuelta a casa desde la playa. La verdad esencial, nos dicen esos detalles recordados, se aprende no a través de pláticas didácticas sino en los sucesos concretos que nos afectan sin saber muy bien por qué, que quedan retenidos en la memoria y a los que asociamos, vete tú a saber si es verdad, el aprendizaje de algo importante.

           En todo caso, tanto en Cold War como en Roma, la vida -esa es la única verdad que merece la pena- corre por encima de las mentiras de la ficción. Eso sí, esas mentiras deben estar muy bien trabadas y no contener en su ilación incoherencias, deben ser fieles a las reglas del relato, a la orden del arte. Como en Cold War el guión es un elemento más entre todos los que contribuyen a montar la obra, tan importante como el sonido ambiente, en primer plano y de fondo, la música nunca invasiva sino emergiendo de la espontaneidad de las cosas, la conversación no imponiéndose como relato, el trasiego de los personajes sin que uno sea el eje constructivo (como sucede en las películas comerciales), la espontaneidad de los actores que, como en Casablanca, no conocían el guión hasta antes del rodaje de cada día para que las emociones fuesen más sinceras, la cámara, que no para de hablar al tiempo que muestra: planos fijos, móviles, travelings, imponiéndose al montaje, sin cortes bruscos, evitando el punto de vista particularizado, escondiendo al director, de modo que el espectador vaya cosiendo el relato y el sentido.

          Roma como Cold War tratan de aquello que se nos olvida en el vivir, aquello que enterramos con miles de capas, aquello con que los niños saltan al mundo antes que el mundo de los adultos se lo arrebate, aquello que los adultos hemos perdido, la vida misma. El arte, la música, la poesía de vez en cuando nos lo recuerdan antes de que volvamos a perderlo. Roma es la mirada del niño incontaminado que AC fue, que vive y aprende a través de emociones básicas ante un incendio, un temblor de tierra, una granizada, la madre borracha, la chica embarazada que pare un niño muerto, los afectos que brotan ante los amigos, los hermanos, los que le rodean. Lo dicho, una obra maestra. Lástima que no se pueda ver en las pantallas grandes.

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