“El asesinato de Laura Luelmo ejemplifica como ningún otro el choque de dos Españas que siguen conviviendo con efectos tan nocivos que, como en este caso extremo, pueden llegar a ser letales”.
Toda
vida, vista en perspectiva, es una tragedia. Todas acaban mal. El
objetivo de cada individuo es perseverar, disfrutar del regalo de la
vida el mayor tiempo posible. Una vida es antes que nada una
biografía, incluirla en un conjunto mayor: hombre, mujer, especie
humana, vida sobre la tierra, disminuye su existencia feliz y
trágica. En algunas ocasiones la opaca de tal modo, la indiferencia,
que resta valor a su singularidad. En las fotos que han distribuido
los medios Laura Luelmo aparece como una mujer radiante y bella,
plena de vida. Un hombre trastornado se la arrebató. La tragedia en
el caso de Laura es mayor porque la felicidad que le correspondía ha
sido acortada muy pronto. Cada vida es un experimento de la naturaleza: somos
una explosión de energía que se va apagando hasta consumirse del
todo. Los accidentes, las enfermedades, las muertes violentas
consumen en uno o pocos instantes la energía que debía perdurar
hasta el momento que un cuerpo se consume de forma natural. A Laura
Luelmo se le consumió en un instante. La biografía truncada de
Laura Luelmo queda fragmentada en la memoria de quienes la
conocieron, aunque ninguna biografía es completa, nadie puede sumar todo
lo que fue, ni siquiera el yo que piensa o que recuerda. Todas son
inaprensibles por más que los biógrafos traten de apresarlas en un
significado definitivo.
No
somos máquinas biológicas perfectas. Los ciclos vitales no son
regulares. No somos eficientes en el uso de la energía. Quizá la
mayor ineficiencia provenga de nuestro mayor éxito como especie, la
autoconsciencia derivada de nuestro órgano más singular, el
cerebro. El hombre que acabó con la vida de Laura Luelmo es una
máquina biológica muy imperfecta. Es una excepción en el
comportamiento actual de la especie. No es único pero el porcentaje
de los que son como él es ínfimo. También el asesino de Laura
Luelmo, Bernardo Montoya tiene biografía. Hacerlo representativo de
una parte de la especie es una hipérbole.
Si
no tenemos en cuenta la naturaleza humana y la biografía resurge el
oscurantismo. No hay nada que permita sostener que existe una guerra
entre los sexos, si no es en el benévolo sentido del juego de la
seducción que siempre ha existido entre hombres y mujeres y, ahora,
en una sociedad tan libre como la nuestra, entre individuos del mismo
sexo. Decir que los hombres matan a las mujeres, como sugiere este
chiste publicado en un periódico que pretende ser serio o escribir,
ni más ni menos que por la subdirectora del periódico más
importante del país, que el asesinato de Laura desnuda dos
Españas, a dos generaciones enfrentadas, remite al mayor de los
oscurantismos, enmarcar la realidad en los cajones de la ideología
reaccionaria, sustentada en la parte reptiliana del cerebro, la
amígdala, que impone lo emocional al procesamiento racional de
los lóbulos frontales, como le sucede a Bernardo Montoya, donde la
parte más antigua de nuestra biología se impone a la más reciente, lo estrictamente biológico al aprendizaje cultural. Biología en bruto
convertida en ideología fija e inflexible que oscurece la
comprensión de la realidad.
1 comentario:
"begoña gerpe se va de españa"
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