Ser
conscientes de nuestro marco mental, o del de aquel con quien
conversamos, nos permite conocer los límites de nuestro pensamiento
y sobrepasarlos. El marco mental es la cárcel del pensamiento. Hay
marcos fuertes, infranqueables, como por ejemplo el de la moral
religiosa o el del fanatismo ideológico, y otros más débiles o
porosos, cuya fragilidad permite ensanchar el pensamiento. Los marcos
no solo delimitan el pensamiento posible, también el comportamiento.
Tomemos dos ejemplos del día, dentro del análisis político. El
momento actual tiende al extremismo, muchos piensan desde las
trincheras, alentando el enfrentamiento. Conocer desde dónde se
piensa, también bajo qué interés personal, ayuda a liberarse del
armazón ideológico y a ponderar la opinión.
Así delimita este articulista la realidad política del país: a) el triunvirato de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) b) triunvirato secesionista (ERC, PDeCAT y CUP) c) triunvirato progresista (PSOE, Podemos e IU)
Y así este otro: a) espectro del bloque constitucionalista (PP, UPN, CC, Cs y PSOE) b) espectro anticonstitucionalista (Vox, PDeCAT, PNV, ERC, Unidos Podemos, CUP y Bildu)
Para
ambos queda perfectamente delimitado el marco en el que ha de moverse
el análisis, expresado tan claramente que se atisba un desprecio
implícito por quien no lo comparta. El primero niega progreso y
modernidad a quien esté fuera del último triunvirato. El segundo
acredita quién es demócrata y quien no lo es. Es un mal extendido,
por doquier encontramos oficinas de acreditación del bien pensar.
Incluso en la tribuna del parlamento hemos visto estos días como uno
concedía la credencial de bondad a un adversario, dando por
sentado que hacía una excepción y que sólo él o su grupo estaban
en condiciones de conceder tal acreditación.
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