Con
pocas series he disfrutado este año como con la segunda temporada de
Ozark, desde mi punto de vista mejor que la primera. Como en todas
las series hay tramas secundarias que salen de la principal para
alargar los episodios, pero si a menudo dispersan la atención y
en muchos casos carecen de relevancia eso no sucede en Ozark. Aquí todo
está muy bien trabado y los personajes secundarios que aparecen,
cada uno con su trama, están bien conectados con la linea
argumental principal, la del analista financiero que,
abordado por un cartel mejicano, da una patada adelante y lleva a su
familia con dos hijos a meterse en situaciones cada vez más
difíciles. Abandonan Chicago y se adentran en el territorio
desconocido de los Ozark (Misuri) donde tienen que lavar el dinero
del cártel y donde toparán con individuos agrestes y violentos de
la mafia local.
En
esta temporada, aparte de la pareja protagonista, el asesor
financiero que huye de Chicago y su mujer, cobran relevancia la hija
de una familia desestructurada que mantiene una relación ambivalente
con el protagonista, un agente del FBI con una personalidad tortuosa
y la familia local mafiosa que vende muy caros los terrenos que el
protagonista necesita para levantar un casino donde lavar el dinero
del cártel. Por el medio otra trama se desarrolla en torno a los
problemas adolescentes de la hija de la familia. Hay muertes
violentas, juegos de política local y los asuntos de la familia que
quiere permanecer unida a pesar de todos los problemas. Los episodios
duran una hora cada uno, con un guión tan bien medido que la acción
y el interés no decaen. En el último episodio se presenta la mafia
del sindicato de Kansas para pedir su parte del pastel en la
construcción del casino, con lo que se abre el apetito para la
próxima temporada.
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