El
narrador protagonista, Waldo, un antiguo y afamado director de cine,
vive su decrepitud en una silla de ruedas, junto a su mujer india,
Zeema, muchos años más joven que él, desde que lo siguió con sus
dos hijas hasta Londres, abandonando a su marido. Ahora, Zeema cuida
su postración desde hace una década. Eddie, un amigo, admirador de
Waldo, de la clase media alta británica, culto, con lenguas, pero
que nunca ha sabido cómo ganarse la vida, los visita cada día.
Eddie ve en ellos un salvavidas. Eddie y Zeema inician una aventura,
hacen el amor en la casa familiar, mientras el narrador dormita o lo
parece en la habitación contigua, en realidad los espía, los graba
y fotografía. Anita, una estrella de alguna de las películas de
Waldo, hermosa pero sin suerte con los hombres, investiga por amistad
la nada ordinaria vida de Eddy. Así se entera de lo que fue, de su
antigua debilidad, de cómo puede hacerle daño, de lo que planea. En
consecuencia, prepara su venganza.
La
novela es casi toda ella dialogada, con breves frases llenas de
chispa y mala uva. Kureishi tiene el don de los diálogos, más que
leer, el lector va imaginando las escenas como si estuviera en una
butaca mirando hacia el escenario, atrapado en el suspense y
esperando el final, porque la novela tiene un final teatral, como
corresponde. O cinematográfico, el lector es un voyeur, como lo es
Waldo, como lo era James Stewart en La ventana indiscreta,
como lo somos los lectores o los espectadores. Es pues una novela de
enredo para lectores inteligentes o resabiados y culturetas, que
están al tanto del ‘mundillo’ y de los temas literarios: la
vejez, el erotismo, los celos, la pasión, el desengaño. Una novela
burguesa, pues. En otro tiempo podía haber pasado por provocadora o
perturbadora por su lenguaje explícito, su tratamiento de la
lujuria, los celos y las relaciones maritales en decadencia, el cinismo de los personajes, ya no.
Qué puede provocar, hoy.
Kureishi,
otro más de la generación dorada de las letras británicas del
siglo XX, junto a Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes o el Nobel
de 2017 Kazuo Ishiguro. Tambien, Jonathan Swift, del que hace poco
comentaba su última novela. Me impresionó Intimidad, la
novela y su versión cinematográfica, no sé si ahora lo haría de
igual modo. Esta se lee en un pispas.
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