sábado, 29 de diciembre de 2018

Nada de nada, de Hanif Kureishi




        El narrador protagonista, Waldo, un antiguo y afamado director de cine, vive su decrepitud en una silla de ruedas, junto a su mujer india, Zeema, muchos años más joven que él, desde que lo siguió con sus dos hijas hasta Londres, abandonando a su marido. Ahora, Zeema cuida su postración desde hace una década. Eddie, un amigo, admirador de Waldo, de la clase media alta británica, culto, con lenguas, pero que nunca ha sabido cómo ganarse la vida, los visita cada día. Eddie ve en ellos un salvavidas. Eddie y Zeema inician una aventura, hacen el amor en la casa familiar, mientras el narrador dormita o lo parece en la habitación contigua, en realidad los espía, los graba y fotografía. Anita, una estrella de alguna de las películas de Waldo, hermosa pero sin suerte con los hombres, investiga por amistad la nada ordinaria vida de Eddy. Así se entera de lo que fue, de su antigua debilidad, de cómo puede hacerle daño, de lo que planea. En consecuencia, prepara su venganza.

         La novela es casi toda ella dialogada, con breves frases llenas de chispa y mala uva. Kureishi tiene el don de los diálogos, más que leer, el lector va imaginando las escenas como si estuviera en una butaca mirando hacia el escenario, atrapado en el suspense y esperando el final, porque la novela tiene un final teatral, como corresponde. O cinematográfico, el lector es un voyeur, como lo es Waldo, como lo era James Stewart en La ventana indiscreta, como lo somos los lectores o los espectadores. Es pues una novela de enredo para lectores inteligentes o resabiados y culturetas, que están al tanto del ‘mundillo’ y de los temas literarios: la vejez, el erotismo, los celos, la pasión, el desengaño. Una novela burguesa, pues. En otro tiempo podía haber pasado por provocadora o perturbadora por su lenguaje explícito, su tratamiento de la lujuria, los celos y las relaciones maritales en decadencia, el cinismo de los personajes, ya no. Qué puede provocar, hoy.

       Kureishi, otro más de la generación dorada de las letras británicas del siglo XX, junto a Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes o el Nobel de 2017 Kazuo Ishiguro. Tambien, Jonathan Swift, del que hace poco comentaba su última novela. Me impresionó Intimidad, la novela y su versión cinematográfica, no sé si ahora lo haría de igual modo. Esta se lee en un pispas.


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