viernes, 28 de diciembre de 2018

Breves respuestas a grandes preguntas, de Stephen Hawking




            Sin duda, la reciente desaparición del gran físico mediático es un buen reclamo para este libro, pero no por eso carece de interés. Cumple dos objetivos, como si fuera su testamento, la autoridad de Hawking nos alerta sobre las amenazas que penden sobre nuestra especie y la urgencia de trabajar en su desactivación: el calentamiento global, la escasez de espacio y recursos para una población en aumento, la extinción de especies, la necesidad de desarrollar fuentes de energías renovables, la degradación de los océanos, la deforestación y las enfermedades epidémicas que pueden aparecer.

            Y por otro lado hace un recordatorio de la parte que en su trabajo científico merecía haber sido retribuida con el premio nobel: lo relacionado con los agujeros negros, en especial, la llamada radiación de Hawking, la emisión de partículas desde el llamado horizonte de sucesos que teorizó, y, quizá, también por su último hallazgo sobre que los agujeros negros tienen ‘pelo suave’, en referencia a la broma de John Wheeler de que “los agujeros negros no tienen pelo”, como respuesta a la paradoja de la información que se pierde cuando cualquier objeto se sume en un agujero negro, contradiciendo las leyes de la mecánica cuántica.

             Aunque no solo de eso va el libro, también hace un repaso, con mayor claridad que en ninguno de sus libros anteriores, de lo que se puede decir en torno a las grandes preguntas: ¿cómo comenzó la vida en la Tierra?, ¿qué es la conciencia?, ¿estamos solos en el cosmos?, incluso, ¿qué pinta Dios en todo eso? Muchas de las ideas que Hawking expone las he leído recientemente y más desarrolladas en Vida 3.0 de Max Tegmark, incluida una referencia al Future of Life Institute que Tegmark ha creado y mantiene, sobre los esfuerzos para crear una IAG amigable y los peligros que se ciernen sobre la humanidad por el desarrollo de la inteligencia artificial, pero, curiosamente, no hace ninguna mención a Tegmark. Aunque quizá no sea culpa del gran físico, porque la edición final del libro no ha estado en sus manos.


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