Sin
duda, la reciente desaparición del gran físico mediático es un buen
reclamo para este libro, pero no por eso carece de interés. Cumple
dos objetivos, como si fuera su testamento, la autoridad de Hawking
nos alerta sobre las amenazas que penden sobre nuestra especie y la
urgencia de trabajar en su desactivación: el calentamiento global,
la escasez de espacio y recursos para una población en aumento, la
extinción de especies, la necesidad de desarrollar fuentes de
energías renovables, la degradación de los océanos, la
deforestación y las enfermedades epidémicas que pueden aparecer.
Y
por otro lado hace un recordatorio de la parte que en su trabajo
científico merecía haber sido retribuida con el premio nobel: lo
relacionado con los agujeros negros, en especial, la llamada
radiación de Hawking, la emisión de partículas desde el llamado
horizonte de sucesos que teorizó, y, quizá, también por su último
hallazgo sobre que los
agujeros negros tienen ‘pelo suave’, en referencia a la broma
de John Wheeler de que “los agujeros negros no tienen pelo”, como
respuesta a la paradoja de la información que se pierde cuando
cualquier objeto se sume en un agujero negro, contradiciendo las
leyes de la mecánica cuántica.
Aunque
no solo de eso va el libro, también hace un repaso, con mayor
claridad que en ninguno de sus libros anteriores, de lo que se puede
decir en torno a las grandes preguntas: ¿cómo comenzó la vida en
la Tierra?, ¿qué es la conciencia?, ¿estamos solos en el cosmos?, incluso, ¿qué pinta Dios en todo eso? Muchas de las ideas que Hawking expone las he leído recientemente y más desarrolladas en
Vida 3.0 de Max Tegmark, incluida una referencia al Future
of Life Institute que Tegmark ha creado y mantiene, sobre los
esfuerzos para crear una IAG amigable y los peligros que se ciernen sobre la humanidad por el desarrollo de la inteligencia artificial, pero, curiosamente, no hace
ninguna mención a Tegmark. Aunque quizá no sea culpa del gran
físico, porque la edición final del libro no ha estado en sus
manos.
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