30
de marzo de 1924. Uno de esos días en que las criadas de las grandes
casas inglesas tenían el día libre para visitar a sus madres. La
prota es una de esas criadas, una mujer, pues, Jane. Ella no tiene
padres porque fue abandonada al nacer en un hospicio. Por eso porta
el apellido
que se daba en esas circunstancias,
Expósito, aquí, Fairchild, allí. Jane aprovecha el
día para
visitar a su amante en
su mansión.
Un joven noble que está a punto de casarse y con quien lleva
disfrutando unos
cuantos años antes de esos
22 que ahora luce en
todo su esplendor. Jane se desnuda. Jane entra por el camino de grava
hasta la puerta principal y se desnuda. Hay un prólogo y un epílogo
vestidos, pero el meollo discurre en la mansión donde los amantes se
entregan desnudos y desnuda permanecerá ella, cuando él acuda a la
cita con su prometida. Desnuda recorre las habitaciones de la primera
planta, los salones de la principal, la cocina del sótano donde da
cuenta de un pastel de carne. Desnuda va hollando con naturalidad el
castillo de naipes de la estratificación social y de género. No hay
nadie más en la casa, no coge el teléfono que suena insistente, que
trae una importante noticia de la que la prota y el lector se
enterarán más tarde, deja
las sábanas con la húmeda semilla regurgitada por
la bolsita que impide
que avance
más allá de lo conveniente en
el interior de Jane.
Ya vestida, coge una orquídea de un jarrón y la guarda debajo de la
ropa y
en bici vuelve a la casa donde trabaja de criada, pero las cosas ya
nunca serán iguales.
Aquel día pasaron más cosas raras, su amante había llevado a sus
criadas en coche a la estación para que fueran a casa de sus madres,
el propio amo de la casa donde esta Jane como criada la lleva en su
coche, en el asiento del lado del conductor y le habla como se le
habla a un igual, como si el sistema de castas se hubiese derrumbado
en aquel preciso instante, in
the afternoon,
del 30
de marzo de 1924.
Y más cosas que no cuento para no desbaratar la lectura de quien
quiera iniciarla.
Es
fácil trasladar el significado. El fin de una clase, la caída del
varón, la liberación, mejor l'épanouissement,
no hay palabra comparable en español, de la mujer, que
al mismo tiempo es el de la escritura, porque
Jane
se convierte y triunfa como escritora tras aquel affaire,
pues
la escritura nace de la desnudez. Un
juego de sutilezas engarzadas como mecanismo relojero o una
banalidad, una alegoría de la mutación de los roles de género o un
anacronismo que se consume en su
transposición al juego literario. Un
mundo desaparecido, traído
hasta el 2017,
para tomar partido en el presente. En
cualquier caso Swift está celoso de sus compañeros de generación. Cada
uno de ellos ha tenido su momento, El
loro de Flaubert
para Julien Barnes, Experiencia
para Martin Amis, Expiación
para el más sutil de todos ellos, Ian McEwan. Hasta
un Nóbel tiene el gupo, Ishiguro. No
parece que El
domingo de las madres
vaya a elevarse a el
gran momento Swift.
O
sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario