viernes, 14 de diciembre de 2018

El asesino tímido, de Clara Usón




          En esta novela hay cuatro personajes principales. En realidad dos enteros y dos medios. Los dos enteros son Sandra Mozarovski, dueña de la primera mitad y la narradora, que responde al nombre de Clara Usón, el mismo de la escritora, que se adueña de las últimas páginas. Los personajes demediados son el filósofo Wittgenstein y la madre de la narradora. Que unos sean enteros y otros incompletos se debe a la cantidad de información que de ellos se da, aunque de ninguno, ni siquiera de los enteros, se ofrece todo lo esperable. Del filósofo vienés hay tanta como para hacer de él un personaje pero no la necesaria para que funcione como tal. También aparecen Pavese y Camus pero solo para contar lo que dijeron sobre el suicidio, el asesino tímido del título, el primero en sus diarios y en la experiencia de su propia muerte, el segundo para recordar aquello que escribió en El malentendu, “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”, y también para dar vueltas al sentido del vivir con la referencia inevitable a su Sísifo y al absurdo de empujar la piedra a lo alto del monte para que vuelva a caer. En Wittgenstein el lector ve a un personaje complejo y completo pero se le escamotea aquello en que consista su ejemplaridad, que por eso sale en la novela. El segundo medio personaje es la madre de la narradora. Una mujer de la que se nos cuenta que era “una mujer muy sola, como perdida, desorientada”, esclava del alcohol y el tabaco y, sin embargo, ángel custodio de la narradora. Las mejores páginas son las que apuntan a la relación entre ambas mujeres.

          La misma falta de información se echa en falta en el caso de los dos personajes principales, aunque quizá no se trate tanto de datos como de elementos necesarios para la construcción de los personajes. En el caso de Sandra Mozarovski, lo que ha faltado es indagación entre los que la conocieron, trabajo de campo, por así decirlo. Ya que te pones a escribir sobre una persona real, investiga sobre ello. Solo se hace referencia a artículos de revistas de la época, los setenta, en que tuvo cierta fama como actriz en el cine de destape, a escenas de sus películas y especulaciones sobre su muerte, que pudo ser suicidio o asesinato, cuya única fuente son páginas de Internet. El morbo del asunto es el supuesto affaire con el rey y un presunto embarazo avanzado antes de la muerte. Sandra Mozarovski funciona como espejo en el que se mira la narradora para tratar de explicar lo que a ella misma le ha sucedido. Ese parecería el asunto principal, la historia de drogadicción, sobredosis, internamiento psiquiátrico y rehabilitación de la narradora, pero también aquí, y eso lo tenía la autora bien a mano, suponiendo que Clara Usón narradora sea la misma Clara Usón autora de la novela, se nos ofrecen datos e impresiones pero falta una concepción de conjunto. Sabemos muy poco de donde viene este personaje, cómo ha llegado hasta ahí, a la voluntad repetida varias veces de morir por propia mano, cuál es su evolución, cómo era antes, qué la propulsó, que la moldeó, si el medio donde vivía o una propensión heredada. La referencias literarias o filosóficas al suicidio no están atadas a las necesidades del personaje, como el resto de personajes con respecto a la narradora, como si cada cosa fuera por libre sin conjuntarse en un significado que los unifique y dé sentido. Y qué otra cosa es una novela sino dar sentido a las cosas de las que habla. En cuanto a la referencia cervantina a que se acoge, la “escritura desatada”, aquella en la que “cabe todo, incluso el desorden, si tiene un propósito”, más parece justificación por no haber trabajado la estructura de la novela que programa o voluntad de estilo. En fin, que prometía bastante más de lo que da.

         Mención aparte merece quien escribe las contraportadas de esta editorial, Seix Barral, creo que ni se lee las novelas, desde los encendidos elogios que deberían enrojecer a los escritores a los resúmenes que tan poco se parecen a lo que las novelas cuentan.

No hay comentarios: