Qué
instructivo este librito de Chimamanda Ngozi Adichie, la escritora
nigeriana que vive a caballo entre su país y EE UU, no únicamente
por lo que expone la autora sino por el contraste con quien la
reinterpreta en el epílogo. La autora utiliza la idea de historia
única para arremeter contra la visión incompleta y parcial de lo
que Occidente ha escrito, y escribe, sobre África, descrita como
entidad única de bellos paisajes, pobreza y enfermedades, deformada
por la literatura desde que el viajero inglés John Lok describiera a
los africanos, en 1561, como ‘bestias sin hogar’ y también como
‘gente sin cabeza, con la boca y los ojos en el pecho’, que
inició una tradición cuentista que no tiene fin. Desde entonces,
según Adiche, todo has sido versiones de esa historia única. Adiche
escribe este breve opúsculo para desquitarse de la primera compañera
de habitación que tuvo al llegar a EE UU, que mantenía esa visión
de África. Una visión que Adiche descubre en sí misma cuando
visita México:
Cuando
rechazamos el relato único, subraya Adiche, cuando comprendemos que
nunca existe una única historia sobre ningún lugar, recuperamos una
especie de paraíso.
Marina
Garcés, en el epílogo, con tantas páginas como el ensayo original,
extrapola el sentido común de Adiche y construye una hipérbole: la
Historia de las Ideas, la Historia de la Filosofía que es como decir
la Historia de Occidente o la Historia a secas se reduce a un único
pensamiento universal, encajonado en una sola historia. Y amplía,
prácticamente todo el mundo ha quedado fuera de esa historia. Así
de simple y reductor. Pero Adiche no afirma tal cosa, sino que
partiendo de la pregunta de quién tiene el poder, quién cuenta y
quién puede contarlo, llega la idea de que lo que se cuenta de
África es una la deformación y contribuye a su indignidad porque se
habla y escribe sobre lo que se desconoce. Escribe, “conocía
muchas historias del país. He leído a Tyler y Updike, a Steinbeck y
Gaitskill. No tengo un relato único de EE UU”, pero no sucede así
con África o Nigeria, porque no leemos a sus escritores y eso sucede
porque África no tiene poder. “El relato único priva a la persona
de su dignidad”.
La
historia de la filosofía, de la física, de la biología, de las
ideas en general, es lo contrario de lo que afirma Garcés, desde
Tales a Avicena, desde Platón a Galileo es la historia del continuo
contraste y contradicción en busca de la verdad, y cada vez es más
universal porque cada vez más personas procedentes de todo el mundo
se incorporan al pensamiento. Lo que sucede con la panoplia de buenos
escritores nigerianos: Wole Soyinka, Chinua Achebe. Chimamanda Ngozi
Adichie o el extraordinario Teju Cole.
***
Si
trasladamos la reflexión de Adiche al análisis político de hoy podemos
leer este luminoso artículo
sobre nuestro Coriolano, la negrura de Garcés la vemos en
este otro. Y si buscamos ponderación y alerta, en este
otro.
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