domingo, 18 de noviembre de 2018

Vida 2.0



          Recibimos de la naturaleza una máquina biológica que ha seguido unas instrucciones contenidas en una molécula para construirnos y que hemos ido mejorando a lo largo de milenios acumulando una información que ha superado ampliamente el punto de partida. La información contenida en una molécula de ADN equivale al contenido de una película que descargamos en el móvil o el ordenador, 1,6 gigas, la acumulada por nuestras sinapsis que conectan las neuronas en el cerebro, 100 terabytes. La primera es información biológica, genes, (Vida 1.0), la segunda cultural, conocimiento y habilidades (Vida 2.0). Es la segunda la que nos permite despegarnos de la animalidad, aunque no del todo. Si abrimos los ojos y miramos por la ventana vemos las dos cosas, naturaleza y cultura, árboles y coches. Si miramos hacia adentro, vemos lo mismo, instintos, deseos e ideas. Buena parte de nuestro comportamiento está determinado por nuestra naturaleza animal, puede que en el futuro eso cambie. Ya hay estudios que aseguran que usar Tinder para buscar pareja es más exitoso que dejarse llevar por el instinto o la intuición. Las parejas seleccionadas por la AI son más duraderas. Cuando hay alguien que nos gusta se conectan por miles nuevas sinapsis en el cerebro y se pone en marcha la química del amor. Se liberan dopamina, serotonina y oxitocina que amplifican y deforman nuestra percepción, como hacen las sustancias tóxicas, inundando el cerebro de feniletilamina, una anfetamina que también está en el chocolate. La oxitocina es la responsable de las sinapsis que convierten una relación en duradera, la serotonina, en una segunda fase, nos hace sentirnos bien por la atención que la persona amada nos dedica y hace más fuerte nuestra autoestima por el respeto o consideración que se nos ofrece. La dopamina se libera en los momentos de éxtasis pasional, dando lugar a la euforia y estados exaltados de conciencia.

         De algún modo esas sustancias nos convierten en esclavos de un estado emocional que nos proporciona un placer inmediato, momentáneo o continuo. No somos dueños de nosotros mismos, sino esclavos de la química. Sólo cuando esos flujos químicos decaen podemos ver la realidad de forma más pausada y tranquila, de forma más realista, mejor adaptada a la convención. Entonces apreciamos que el objeto amoroso no es exactamente como creíamos. Sigue un proceso de adaptación del que podemos salir airosos o frustrados. La inteligencia artificial, aplicada por programas como Tinder, nos ahorra el trauma neuroquímico, es decir la parte animal de nuestro comportamiento. Basándose en los terabytes de experiencia acumulada por la humanidad y en las características que el programa ha podido recabar de nosotros nos ofrece la pareja que mejor se adapta a nuestros deseos y necesidades. Pero como aún la biología es más fuerte que nuestra confianza en la inteligencia social, los genes más fuertes que los bits, persistimos en el placer momentáneo y en el dolor duradero, perdemos la razón por un breve periodo de locura pasional.


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