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RICARDO GARCÍA VILANOVA |
Una
buena foto es una sorpresa. Abre los sentidos, enciende la
percepción. Como un cuadro que ves por vez primera o una música
nueva o un rostro que amanece o cuyos rasgos te dejan perplejo. Es
esa genuina impresión la que vale, la primera. Para cada mirón,
única. Luego, tendemos a arreglar, a clasificar, a comparar, a
someterla a patrones predefinidos. Si el fotógrafo es bueno, si es
un artista, ha evitado esos parámetros y por eso nos sorprende. Si
somos nosotros quienes la sometemos a pautas, somos nosotros los que
la destrozamos, quienes la convertimos en vieja.
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