domingo, 11 de noviembre de 2018

Jugar a ser dioses




            Esta ciudad, desde la que escribo, tiene oportunidades: historia, patrimonio, la lotería del gran yacimiento paleontológico. Y ahora casi sin querer se ha dado otra, un Foro de Cultura que podría haberse convertido en un gran foro de debate internacional, si supiese hacer las preguntas adecuadas, traer a los ponentes adecuados y crear hábito. Es el tercero que se celebra, no todo está perdido. Este año, la pregunta era la adecuada, la incidencia de la tecnología en la humanidad. Había ponentes buenos, investigadores punta en su campo, hasta interés había. Qué ha fallado, lo que siempre suele entrometerse, el populismo, hundir a los que tienen algo interesante que decir en el foso del populismo: agradar, convocar gente, caer simpáticos. Hoy, por ejemplo, dos ponentes de nivel, Ginés Morata, genetista que busca cómo regenerar órganos humanos para el tratamiento de cánceres y el envejecimiento a partir de sus estudios con la mosca Drosophila melanogastery, y una gran divulgadora, Helen Pilcher, y con ellos una buena persona, Vicente del Bosque. No se les ha sacado todo lo que podían haber dado. Qué ha fallado, el formato quizá, las preguntas, el presentador, cuyo momento climático ha sido cuando ha planteado la gran pregunta: A qué famoso resucitaríais con las técnicas de clonación. Del Bosque ha dicho algo importante, “tengo poco conocimiento, pero muchas experiencias”, las dos facetas que certifican nuestra humanidad, hambre de saber y vida, pero, también ha caído en la tentación de África. Helen Pilcher le ha dicho lo que ayer dijo Aubrey de Grey ante la misma cuestión, no me eches la zancadilla.

           Del tema, jugar a ser dioses, poco se ha dicho, apenas algo en la primera media hora. Un resumen del estado de la cuestión por parte de Morata: desde el descubrimiento de la estructura de la molécula del ADN, en 1953, y el mundo que se abrió: los organismos transgénicos, la secuenciación del genoma, la clonación, hasta el otro gran aldabonazo genético, la técnica del CRISPR, hace nada, en 2014, una herramienta de edición de genes que anuncia un mundo nuevo, el de la biotecnología. El momento emocionante lo ha puesto Helen Pilcher cuando ha contado la historia de la extinción del bucardo en los Pirineos, en 1999 el último macho, en 2000 la última hembra, cuando murió Laña, a la que antes se había hecho una biopsia, su desextinción, en 2003, por parte de un equipo de la universidad de Zaragoza, con células de la biopsia gestadas en una cabra común, el primer nacimiento vivo en el mundo de una subespecie extinguida, y su vuelta a la extinción, a los pocos minutos por problemas respiratorios, lo que indica los límites de la actual tecnología.

          Pilcher ha planteado las preguntas adecuadas: ¿es posible desextinguir a otras especies? Sí, pero no más atrás de un millón de años (el T. Rex, por tanto, no volverá a la vida). Podríamos revivir a los neandertales, tenemos su ADN secuenciado, ¿pero es una buena idea? No. Quizá sí el mamut lanudo, el bucardo o la rana extinta de Australia, que incubaba a sus crías en el estómago después de tragarse los huevos, pero sabiendo que no serán iguales, serán clones puestos en un mundo diferente. La cuestión principal a plantearse no es tanto volver a la vida a las especies desaparecidas como hacer posible que las actuales en peligro no se extingan. Dos tercios de los animales salvajes se extinguirán en el curso de la vida de Helen Pilcher, la mayor extinción masiva, mil veces superior a la época prehumana. Impedir que los vivos mueran, no que los muertos revivan, esa es el gran proyecto que deberíamos emprender.