María
Blasco y Aubrey de Grey son dos reconocidos especialistas en su
campo, la investigación en telómeros y la gerontología. Eran los
ponentes de esta tarde, bajo el tema El sueño de la inmortalidad. De Grey ha situado el problema. Hasta no hace
mucho el envejecimiento se trataba desde la geriatría, es decir,
contemplado como el resultado de una serie de enfermedades a las que se trataba de paliar. Él, por el contrario, es un pionero de la
gerontología, Cuál es la diferencia. Esta perspectiva plantea el
problema como el resultado de la acumulación de daños ocasionados
por el metabolismo a lo largo de la vida. Hay un montón de
patologías que aparecen en la etapa final de la vida como
consecuencia de esa acumulación de daños. La geriatría no
funciona porque esas enfermedades (alzheimer, parkinson…) no se
curan. La gerontología es preventiva. Cómo hacer que el metabolismo
sea más limpio. El cuerpo humano es una máquina biológica y como
tal acumula basura, células muertas y defectuosas, basura intra y
extracelular. De Grey contempla siete niveles en los que se puede
intervenir, limpiando, reforzando, interviniendo con enzimas, en el
sistema inmunológico, con células madres. Es un campo que ya tiene
un siglo de vida y en el que hay un inversión creciente en empresas
que tratan el problema: regeneración macular, enfermedades
cardíacas, preservación de órganos de cara a trasplantes,
eliminación de la senescencia celular, terapias de suicidio celular.
La industria del envejecimiento es enorme, asegura, incluso en el
caso de productos que no funcionan. Para De Grey, no se trata tanto
de contemplar la inmortalidad, nunca habla de ello, como de ampliar
la longevidad.
El
punto de vista de María Blasco es más práctico. Ella no se ocupa
tanto de prolongar la vida como de procurar que la vida posible sea
más sana, es decir, que si el tope de la vida del humano actual está
en torno a los 120 años, que el periodo de vida sano, sin
enfermedades de la vejez, sea más prolongado. También ella asegura
que es el envejecimiento el origen de determinadas enfermedades y no
al revés. Controladas más o menos las enfermedades infecciosas, de
las que antes moríamos masivamente, ahora es el turno de las
enfermedades que aparecen a partir de los 40 años: cáncer,
cardiopatías, alzheimer. Lo que se plantea, por tanto, es retrasar en
lo posible las enfermedades causadas por el envejecimiento. La
longevidad, asegura, es flexible en la naturaleza, desde los dos años
que vive un ratón, a los 200 de una ballena, los 250 de una tortuga
o los 420 del tiburón de Groenlandia. Por qué no podríamos vivir
tantos como ese tiburón. Ella ha estudiado la erosión de los
telómeros como causa del acortamiento de la vida. La telomerasa es
una enzima que regenera los telómeros, el problema es que deja de
funcionar cuando nacemos. ¿Podríamos volver a ponerla en marcha? El
cáncer, por ejemplo, la activa. Ella y su equipo han conseguido
frenar la progresión de algunas enfermedades como la fibrosis
pulmonar, una enfermedad irreversible, con terapias telómericas. No
se trata de frenar el envejecimiento como de curar las enfermedades
que ocasiona.
Como
sucede a menudo en estos debates, alguien ha alzado a África en el
periodo de preguntas. Qué pasa con África. Si aplicamos estas
técnicas en Occidente, y entre los ricos, no es una injusticia con
respecto a África. De Grey ha saltado como un resorte. Ese tipo de
preguntas, esa mentalidad, lo que hace es retrasar la investigación
y la aplicación de terapias. Es España, el 90 % de las muertes se
deben a las enfermedades del envejecimiento, ¿no es una obligación por parte
de los científicos tratar de frenarlas? No se ha dado el caso, en la
historia, de que ningún avance en medicina haya quedado reducido a
Occidente.
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