sábado, 13 de octubre de 2018

Takayama


Cerca del camino
corría el agua clara
y bajo un sauce,
tan sólo un ratito,
paré y descansaba.
(Saigyō 1118-1190)

         Takayama es una ciudad pequeña comparada con el modelo de ciudad japonesa. Situada en medio de los Alpes japoneses, en los últimos años se ha convertido en una ciudad turística, a la que se accede por largos túneles de la compañía ferroviaria nacional. Anoche, a partir de las seis, cuando las tiendas cerraban y las calles se vaciaban, sólo se veían guiris por doquier. En el centro se conserva la casa del gobernador, la oficina del poder en la última época del shogunado, la de Edo. Por los usos que se atribuyen a cada uno de los espacios se puede adivinar el carácter de tal régimen: recaudación de impuestos, sobre todo, pero también control policial y judicial. Un enorme almacén indica cuál era la función principal. En el se apilan sacos de arroz, de 60 Ks, la unidad de medida de imposición. A la entrada, esquinada, está la sala de interrogatorios y tortura. Separadas, las salas de la vida desahogada del gobernador, su esposa, las doncellas, la servidumbre, las cocinas o las salas de te. El periodo del shogunado y sus samuráis es vistoso para la visión romántico perezosa del turista, las películas y los cómics, pero fue un largo periodo de sojuzgamiento del campesinado, mucho más largo que el medievo europeo. En realidad, era una sociedad estratificada socialmente, con los parias en lo más bajo. Sólo acabó en 1868.

         Junto a la casa del gobernador hay una gran colección de templos, la vía de escape del campesino sometido. De momento solo he visto su carcasa, los edificios, la distribución del espacio, cerrados, sin nadie que los atienda o reciba, sin un culto que les de vida.

No hay comentarios: