La
historia es de todos los estudios el más cercano a la ficción y el
que peor se lleva con el método científico. Por arriba, se acerca a
la necesidad que el homo sapiens tiene del mito ante el pavor de
enfrentarse a la materialidad y finitud de su existencia. Por abajo,
cuando ha intentado ser fría, objetiva y científica, se ha
entregado a los datos, los números, la abstracción lógica,
despojándose de la motivación. En el primer caso se ha degradado en
novela, en el segundo en estadística. Los estudios y tesis que
producen las facultades del ramo son indigestos y cuando se
convierten en ensayos para el gran público se devalúan adoptando
los puntos de vista del día, de la corriente dominante o de la
ideología a quien van dirigidos.
Pero
ha surgido un tipo de libro de historia que trata de combinar rigor
con pasión. Escritores que obsesionados con un tema lo vapulean
tratando de quitarle el polvo acumulado durante décadas o siglos
hasta presentarlo limpio. Libros escritos en subjetivo, puesto que
son pasionales, pero que iluminan de tal modo el asunto tratado que
cambian la perspectiva del lector. Doy cuatro ejemplos de libros
leídos recientemente: Contra Catalunya, de Arcadi Espada, La
edad de la penumbra, de Catherine Nixey, Memoria del
comunismo, de Jiménez Losantos e Imperiofobia y leyenda
negra, de Elvira Roca. Los cuatro temas son apasionantes, el
nacionalismo en Cataluña, el asalto al mundo clásico y al
politeísmo en el siglo IV por el cristianismo elevado a religión
del imperio, la revolución comunista en el siglo XX y la leyenda
negra que arrastra España desde el siglo XVI.
Si el lector se acerca
a cualquiera de ellos lo hace porque el tema también le apasiona.
Los autores no renuncian a su subjetividad, al contrario, la
convierten en un valor de verdad. Si escriben sobre ello es porque el
tema les ha afectado existencialmente y esa circunstancia la saben
trasmitir. Se produce un pacto, como en todos los buenos libros,
entre autor y lector: no te voy a mentir en lo que cuento, quizá me
deje aspectos del tema que trato, no tenga en cuenta todos los hechos
y opiniones, en especial las que me contradicen, pero te voy a
informar sobre lo que sé, he aprendido y nos afecta a ti y a mí en
los más profundo. El lector lee de un tirón, agradecido, pero sin
dejar de lado las objeciones que le van apareciendo.
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