miércoles, 17 de octubre de 2018

Hiroshima



Junto al alero,
flores que nadie advierte:
las del castaño.
(Basho)

        Es difícil decir algo sobre los llamados lugares de la memoria sin caer en la exhibición de sentimientos baratos, en parte porque también ellos están ideados con esa intención. Hiroshima, quizá la ciudad del siglo XX, es uno de esos lugares expuestos a la voracidad del turista, cuyo enemigo es el silencio.

           Unos cuantos kilómetros hacia el sur, en la isla de Miyayima, está uno de los iconos del Japón, O-Torii, la puerta de entrada al santuario de Itsukushima, tan viejo como el siglo XII. Es un espectáculo para la fotografía: el torii bermellón flotando sobre el agua, el templo reflejado en los estanques, la pagoda de cinco pisos, el parque a media montaña listo para exhibir los colores de las hojas de arce del otoño que llega, el sendero junto al río que sube al Monte Misen.

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