Maritornes, por Gustave Doré |
“Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mesmo sol escurecía; y el aliento, que sin duda alguna olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático; y, finalmente, él la pintó en su imaginación, de la misma traza y modo, lo que había leído en sus libros de la otra princesa que vino a ver el malferido caballero vencida de sus amores, con todos los adornos que aquí van puestos. Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto ni el aliento ni otras cosas que traía en sí la buena doncella no le desengañaban, las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero; antes le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura”.
Sergio
del Molino, en el repaso a la figuración de España que es su La España vacía, llama ‘el mal de
Maritornes’ a la mirada torcida del narrador de El Quijote sobre
una parte de la sociedad de la época, la del lumpen y la
marginalidad, representada por Maritornes. Destaca la disociación
entre el idealismo de Don Quijote que ve en la moza una singular
hermosura y la acidez e ironía con la que la ve el narrador. Para
Sergio del Molino, desde que El Quijote, en tiempos de Carlos III, se
convirtió en el libro de cabecera del Estado Español, un emblema
nacional, actuó como un filtro oscuro sobre la realidad, produciendo
un “Efecto definitivo y catastrófico sobre la mirada de los
españoles que han proyectado sobre el paisaje de la gran parte vacía
de su país”. Al contrario de lo sucedido con Dante, Shakespeare y
Molière en sus países, El Quijote, al destacar lo feo y amoral,
hizo que deformásemos la visión de nuestro propio país. Del Molino
no cree que la dicotomía central de la novela sea entre Don Quijote
y Sancho, sino entre aquel y el narrador. Y este no tiene piedad para
Maritornes, a la que considera ordinaria, fea y hombruna. Del Molino
se separa de la tradición interpretativa del libro de Cervantes, que
afirma que el alma española estaba dividida entre el idealismo
quijotesco y el realismo fondón de Sancho. Una perspectiva que hace
pensar.
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