sábado, 28 de abril de 2018

Rebecca Solnit


Hay más cosas de las que necesitamos liberarnos: tal vez de un sistema que premia la competitividad, la crueldad, el pensamiento a corto plazo y el más rudo individualismo; un sistema que funciona a la perfección para la destrucción del medio ambiente y el consumo ilimitado; a eso lo llamamos capitalismo: Personifica lo peor del machismo mientras destruye lo mejor de la Madre Tierra”.

         Si damos crédito al deseo expresado por Rebeca Solnit de liberar a las mujeres y con ellas al resto de la humanidad, no parece que vaya a conseguirlo haciendo que todos nos enganchemos unidireccionalmente a sus ideas. ¿Podemos aceptar que la violencia doméstica, las violaciones, el asesinato, el acoso y la intimidación en las redes, en casa, en el lugar de trabajo, en las aulas, el abuso de poder como un todo forman parte de un mismo patrón, síntoma todo ello de algo más amplio, de una guerra entre hombres y mujeres? No parece que así sea porque leyéndola tengo la impresión de que sus ideas no son discutibles y hay que aceptarlas en bloque, porque si no lo hago o bien defiendo la sociedad patriarcal autoritaria o bien soy paternalista o condescendiente. La cuestión es si es posible pensar en la discriminación o en la violencia sin formar parte de alguno de los colectivos que las sufre, mujer, enfermo, inmigrante, no blanco. ¿Se puede opinar sobre el acoso sin ser mujer, en minorías nacionales sin ser nacionalista, en la inmigración sin ser inmigrante, en la injusticia social sin ser comunista? Los que profesan ideologías severas, restringidas a una faceta de la vida, suelen negar a quienes no las profesan, el derecho a pensar en ellas, incluso a combatir las injusticias. En una época de expansión de derechos (matrimonio no hetero, libertad sexual, igualación de género, integración inmigrantes) quieren hacernos creer que sólo los grupos organizados de los colectivos discriminados tienen el mango del discurso y que sólo ellos han conseguido los triunfos, que las victorias nada tienen que ver con la evolución de las costumbres, con la lucha general contra la discriminación en la que ha intervenido tanta gente. Probablemente las violaciones y la violencia doméstica no sean incidentes aislados ni formen parte de una anomalía social, pero es arriesgado afirmar como hace RS que obedecen a una pauta cuyas causas son culturales, como si fuesen hechos estadísticamente generalizables y quizá haya que atender a lo que está fuera de su círculo de visión, causas naturales, biológicas y comportamientos particulares para entenderlas.

             En las afirmaciones de RS siempre hay algo de verdad pero hace todo lo posible por recluirlas en el discurso en la ideología feminista: “la misma idea de que el matrimonio pudiera extenderse a dos personas del mismo género es posible porque el feminismo sacó el matrimonio del sistema jerárquico en el que estaba y lo reinventó como una relación entre iguales. Aquellos que se sienten amenazados por el matrimonio entre personas del mismo género, lo están porque se sienten amenazados ante la idea de igualdad entre parejas heterosexuales y parejas del mismo sexo”. Un reduccionismo difícil de aceptar.

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